sábado, 22 de julio de 2017

Miscelánea Nacional

Miscelánea Nacional
Publicado 12/10/2016
James Cifuentes Maldonado
En la confusión en que andamos ya no sabemos si la política contamina la religión o la religión contamina la política; en un país como Colombia que logró erigirse con la Constitución del 91 como un Estado no confesional, las distintas formas de fundamentalismo que han emergido significan un terrible retroceso que nos ubica en tiempos medievales. 

Lo espiritual y lo civil tienen que ir por caminos diferentes y por ello lamento que gran parte del movimiento cristiano en Colombia, empezando por varios de los jerarcas de la iglesia católica, desde las tarimas y desde los púlpitos, se hayan prestado o hayan caído en la campaña artificiosa del NO, revolviendo la moral religiosa con la institucionalidad y los asuntos del Estado, dejando de lado el verdadero legado de Cristo, basado en el perdón, el amor, y la caridad.


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El comunicado leído, el pasado sábado, desde La Habana por Humberto de la Calle, indica que el Gobierno y las Farc no se han quedado con las manos cruzadas; que las circunstancias adversas del plebiscito han hecho que tengan que hablar con hechos, ir más allá de la retórica y de las malogradas 297 páginas del acuerdo. Eso es lo que se entiende con la decisión de sostener el cese al fuego bilateral.


Confío entonces que la oposición comprenda que se están haciendo importantes esfuerzos en procura de que consoliden sus planteamientos y presenten las propuestas serias de cara a la paz que dicen defender y, que todo el país está esperando, ya que en la campaña no tuvieron tiempo de hacerlo.


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Una lástima que para el presidente Santos no haya sido suficiente el voto de confianza y la legitimación que la democracia le dio para concretar la paz con la elección para su segundo mandato y haya dado la papaya de convocar a un plebiscito en un intento de refrendación popular de los acuerdos logrados con las Farc, para que terminara manoseado en la forma en que finalmente se supo que se hizo por parte de los opositores.


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En una movida absolutamente política el comité noruego encargado de la designación del Nobel de la Paz se inclinó por entregar el premio al Presidente colombiano como una oportunidad de hacer visible internacionalmente un conflicto que, en su ciclo más reciente de violencia, ya completa medio siglo y millones de víctimas; como una forma de reconocer a quien de manera audaz, que no exenta de equivocaciones, se ha mostrado más determinado y más insistente por sacar adelante un proceso de paz.


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Colofón: En este país mojigato que se abraza al Sagrado Corazón de Jesús, pero que traiciona sus enseñanzas, porque su piedad solo dura lo que dura el sermón del domingo, la “verdad” es una imposición de quienes gritan más fuerte, es todo aquello que por su rimbombancia y estridencia es capaz de enardecer y generar sensación en las redes sociales, y así, songo
sorongo, cualquier estupidez puede convertirse en ley, si cuenta con los votos suficientes.

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