sábado, 22 de julio de 2017

La golosina del poder

La golosina del poder


Publicado 18/01/2017
 http://www.eldiario.com.co/seccion/OPINION/la-golosina-del-poder1701.html

James Cifuentes

En política la opinión y el criterio de evaluación de la gestión de un gobernante son cosas bien curiosas, porque dependen de sí se tiene o no el poder; los que gobiernan intentan perpetuarse publicitándose con las obras públicas, y los que se oponen, porque quieren gobernar, dicen y hacen lo que sea para enredar y hacer parecer que todo es un desastre.

El poder es una golosina y por ella se hace lo que sea, como ignorar elefantes, reformar la constitución a conveniencia, repartir notarías, asignar licitaciones a dedo, repartir recursos o “mermelada”, como ahora se le llama al clientelismo que siempre ha existido; en fin, tantas cosas que los ciudadanos de a pie ignoramos y que si supiéramos no dejarían bien parado casi que a ningún político, de este o de cualquier gobierno.


En medio de la tramoya que es la democracia al estilo colombiano, quienes nos inclinamos por cualquiera de las opciones de ver el mundo y la política, entre derechas e izquierdas, nos desgastamos y hasta nos enemistamos discutiendo y creyendo en diferencias que no existen; cuando la realidad es simple, la mitad de la población no ejerce el voto y la mayoría de los que si votan, no tienen una motivación programática sino que lo hacen porque hacen parte de una empresa política basada en intereses particulares y no públicos.


Me causa desconcierto el debate que por estos días se está dando sobre la corrupción, a raíz de los descubrimientos sobre la firma Odebrecht. Hoy en Colombia se habla de la corrupción como si fuera un fenómeno nuevo y casi que atribuyéndoselo al gobierno de turno, cuando se trata de un problema histórico que se origina en la forma de hacer la política, que básicamente consiste en mantener cautiva a una parte del electorado con base en el reparto de la burocracia, del tráfico de influencias y principalmente en la asignación de contratos.


Es una pena decirlo, que gran parte de los cargos de representación democrática, entiéndase congresistas, diputados y concejales, existen y subsisten para modular el reparto de la torta que significan las gestiones y los recursos del Estado.


Las vueltas que un político haga para conseguirle un puesto a un ciudadano es lo de menos; la vena rota son los grandes contratistas que financian campañas, incluso varias al mismo tiempo, para después, amañadamente y con cargo a los recursos del Estado, asegurarse el retorno de sus inversiones, con desmedro de la calidad de las obras y de los servicios que se les encomiendan.

Pereira, cómo vamos

Pereira, cómo vamos
Publicado 28/12/2016
http://www.eldiario.com.co/seccion/OPINION/pereira-c-mo-vamos1612.html

 
 
 James Cifuentes

Para quienes fuimos escépticos, resulta justo decir que el primer año del alcalde Juan Pablo Gallo no ha desentonado respecto de lo prometido en campaña; el cambio se ha sentido; tenemos un burgomaestre que explota muy bien su imagen y su agenda; muy mediático y muy activo en redes, especialmente en Twitter donde hace todos sus anuncios; con varias obras ejecutadas, algunas muy avanzadas en el anterior gobierno; con aciertos como las zonas WiFi gratuitas; con drásticas y polémicas decisiones como la liquidación del INFIPEREIRA y el cierre del Instituto de Cultura, que dejaron algunas dudas e insatisfacciones en la opinión pública, pero también con timonazos oportunos como el de la restricción del parrillero en las motos. 

Pareciera que ya no nos bajan del Cable Aéreo porque esa es una obsesión del alcalde y en menos de dos años tendríamos la primera línea yendo y viniendo entre Tokio y la UTP.  Pueda ser que esta importante iniciativa se engrane en un esquema que parta de lo mucho que ya se ha avanzado con el  MEGABUS; pueda ser que por fin tengamos la tan anhelada integración del transporte público.


 Muy importante tapar los huecos, como se está haciendo, pero esperamos iniciativas de mayor calibre, porque Pereira debe aprovechar su potencial como “capital del eje” con grandes desarrollos de infraestructura que permitan superar el atraso vial que tenemos, para que dejemos de depender de un par de avenidas, la 30 de Agosto y las Américas que se han convertido prácticamente en dos  permanentes embudos. El alcalde ya nos está acostumbrando a generar grandes impactos en soluciones puntuales, con moderados recursos, y para la muestra varios botones como la circunvalar, la capa asfáltica de las carreras novena y doce; la ampliación de la calle 18 en Victoria  y el reparcheo de la Avenida del Ferrocarril.  Pendiente la terminación de la avenida de la Independencia y la construcción de los anillos de la calle 71 y Corales que desatranquen el paso por la Ciudadela Cuba.


Aunque hay mucho por hacer, lo importante es que el alcalde le ha tomado el pulso a la ciudad, administra con determinación pero, al parecer, también sabe escuchar, reconsidera y no le da susto reversar; aunque no todos en su equipo le siguen el paso ni tienen la misma empatía con la gente, hay tiempo para revisar y recomponer.  
 Los desafíos del alcalde para el 2017, un POT y una renovación de la zona del batallón San Mateo que corresponda a los intereses públicos de la ciudadanía.

¿Cómo medir la educación?

¿Cómo medir la educación?

 6/12/16
http://www.eldiario.com.co/seccion/OPINION/c-mo-medir-la-educaci-n-1612.html




Por James Cifuentes Maldonado


A propósito de las pruebas PISA, en las cuales Colombia reporta una leve mejoría, estimo que la educación va bien en términos de cobertura, con muchas alternativas, en un mercado con gran oferta pública y privada, pero que no se traduce en calidad, además que los mecanismos de evaluación no permiten asegurar la promoción de los mejores estudiantes.

La educación no solamente responde a la industrialización sino que ella misma se ha industrializado, con la implantación de modelos orientados más a la economía de escala y la rentabilidad que al objetivo de la formación.

En Colombia hay instituciones educativas francamente malas, pero los estudiantes no están conscientes de esa situación, no les interesa exigir, porque están acomodados al precario sistema evaluativo y solo buscan el cartón; les han hecho creer que la responsabilidad es solo de ellos y no de las directivas y que su éxito dependerá de si ganan o pierden una evaluación.

Los planteles privados pugnan por situarse en la cabeza del ranking, se acreditan para cumplir los estándares y los protocolos que exige el sistema, pero en esa carrera no se preguntan si están logrando el objetivo de formar buenos profesionales. Ello es así, entre otras cosas, porque el sistema de promoción premia la retentiva más que el raciocinio lógico y más que el talento artístico y la creatividad; no indica si el estudiante tiene habilidades, ni permite concluir si realmente aprendió o simplemente memorizó datos, definiciones y fórmulas para satisfacer  al profesor, de quien tampoco se sabe si preguntó lo que era pertinente preguntar.

Al respecto, el profesor español Miguel Ángel Santos Guerra, hizo el siguiente planteamiento: “Curiosamente, el alumno es la pieza inferior dentro de la escala jerárquica de la institución. Políticos, rectores, decanos, Directores de Departamento, Profesores y alumnos: esa es la escala en orden descendente. Solamente, se evalúa la última pieza del sistema. Este hecho no es casual. Todos tienen influencia en el logro de las pretensiones formativas, pero solamente uno es evaluado de manera inexorable. Y es evaluado a través de un proceso que tiene consecuencias. ¿Qué sucede si no han aprendido por culpa de la institución o del profesor  o del rector?”.

Aun así, nuestros estudiantes, buenos, regulares o malos, serán administradores, economistas, abogados, médicos e ingenieros o fundarán empresas, harán las leyes, impartirán justicia, serán candidatos de elección popular y votaremos por ellos.


La Política, una dama venida a menos

La Política, una dama venida a menos
Publicado 16/11/2016
http://www.eldiario.com.co/seccion/OPINION/la-pol-tica-una-dama-venida-a-menos1611.html

 
James Cifuentes Maldonado

La imagen nefasta que tenemos de la política es atribuible a la forma de actuar de los políticos y no propiamente a la naturaleza de esa noble profesión; es una gran contrariedad que no podamos sentirnos orgullosos de nuestros dirigentes, cuando lo que hacen y dejan de hacer, dentro  de una comunidad, nos afecta tanto y de tantas maneras.   

 Lo sucedido en el Reino Unido con el Brexit, en Colombia con el plebiscito y más recientemente en Estados Unidos con la insólita elección presidencial que acaba de darse, nos demuestra que el sentimiento antipolítico no es un fenómeno que pueda atribuirse a una  raza, una cultura o a una determinada región del mundo. 


El desprecio por la política es  cada vez más generalizado en las sociedades de todo el mundo, como si distanciarse de los establecimientos y de los esquemas tradicionales fuera la solución, como si los movimientos alternativos no fueran también política, sin importar si sus militantes se visten de verde, de amarillo, si se fundan en la religión o incluso si se arropan con las banderas del nacionalismo que es el camino más fácil y corto para seducir a los electores.


 Wikipedia nos resume brillantemente que la política consiste en “la toma de decisiones para la consecución de los objetivos de un grupo en asuntos públicos”.  Quiere esto decir que la política es todo lo que uno quiera que sea pero en su alcance no caben o no deberían caber la corrupción y el tráfico de influencias que son las connotaciones más comunes con las que lamentablemente se identifica a los políticos.


 La política como “el arte de gobernar” es un ideal, es un “deber ser” que por sí mismo es loable e inofensivo, hasta que llegamos a ese gran cuello de botella que son los recursos, los escasos y limitados recursos, esa enorme barrera que, aun en los países más desarrollados, hace que muchas de las cosas que a la gente le corresponden de oficio, por derecho, incluso las más simples, deban gestionarse a través de un político.


 Aunque nos falta bastante, debemos reconocer que hemos avanzado mucho en diferentes frentes; la economía de mercado ha facilitado que accedamos a más y mejores alternativas de servicios, cito el ejemplo de las telecomunicaciones, recordando a los menores de 20 años que hubo una época en Pereira en la que tener una línea telefónica era un verdadero privilegio, tanto por el costo como por las muchas palancas que había que mover para su instalación.


 La cobertura en educación y aun en salud, también son útiles para demostrar que las políticas públicas, cuando se ejecutan consistentemente, con visión progresista y de futuro, trascienden la voluntad de los políticos de turno.


 Cuando escucho a algunas personas decir que odian la política y que no quieren nada con ella, sonrío discretamente; estimo que lo dicen porque no votan, pero se engañan, aún sin votar están involucrados, porque, en un futuro no lejano, hasta respirar dependerá de lo que decidan los políticos.

Matándonos en nombre de la Constitución

Matándonos en nombre de la Constitución


Publicado 09/11/2016
http://www.eldiario.com.co/seccion/OPINION/mat-ndonos-en-nombre-de-la-constituci-n1611.html


James Cifuentes Maldonado

Es desesperanzador que quienes se oponen a la paz negociada, lo hagan argumentando sofisticadamente el respeto por la “institucionalidad”, sin una explicación clara que permita entender de qué carajos es que están hablando; lanzan su discurso piadoso pero sordo como un pesado lastre, con el único objetivo de que el proceso no avance y se hunda, y mientras tanto, los que no tenemos más opción que ver el sainete por televisión y creerle a los noticieros, nos quedamos, adormilados, confundidos, como cuando algunas señoras hacen el rosario y se pierden en sus misterios y ya no saben si están terminando o empezando.

 Es cierto que la Constitución Política es la máxima expresión de una nación organizada, pero su culto no puede ser tanto, que los valores que ella misma consagra, como en este caso la paz de todos los colombianos, resulten sacrificados por su interpretación inflexible e irracional, cuando es el Pueblo el que, en su soberanía, determina su orden y sus instituciones y no al contrario. No puede ser que nos sigamos matando en nombre de la Constitución, vista como una roca inamovible que terminará aplastando a los más vulnerables, cuando el fin supremo que la sustenta es el de proteger la vida de todos los colombianos y eso es precisamente lo que se busca cuando se negocia con quienes, habiendo pretendido tomarse el poder por la vía de las armas, no ganaron, pero tampoco fueron derrotados.


 La Constitución no es el fin en sí misma, la Constitución es un medio, el más importante de todos; la Constitución es el camino, pero es un camino que debe adecuarse a nuestro andar.  No puede ser que nos sigan vendiendo la idea de que en Colombia no hay guerra simplemente porque las más de 200 mil muertes que ha dejado la violencia y los más de 8 millones de desplazados no se dieron en un año sino en medio siglo, en un fuego cruzado en el que se han enfrentado no solamente el ejército regular y los subversivos sino que además ha contado con la participación directa de algunos sectores de la sociedad, con la complicidad del Estado. 


 Las comunidades, entiéndase los latifundistas, a través del paramilitarismo, decidieron inicialmente defenderse, luego hacer justicia por propia mano y finalmente terminaron propiciando la degradación del conflicto cuando los comandantes de sus ejércitos privados tomaron posición, fueron más allá del combate contraguerrillero y montaron su propia empresa criminal, secuestrando, extorsionando, despojando tierras por doquier y traficando drogas por su cuenta; luego se tomaron la política, en la forma y con los alcances ya por todos conocidos.


 Muchos de los que se niegan a ceder y a transar para alcanzar la paz, invocando a Dios y la Constitución, dicen que no hemos estado en guerra, simplemente porque las ciudades no han sido tomadas ni sitiadas por los guerrilleros o los paramilitares, cuando ha sucedido algo peor y es que los campos se quedaron solos y en las grandes urbes lo más democrático es la miseria.

Telefónica de Pereira, el fin de una era

Telefónica de Pereira, el fin de una era
Publicado 02/11/2016
http://www.eldiario.com.co/seccion/OPINION/telef-nica-de-pereira-el-fin-de-una-era1611.html

 
James Cifuentes Maldonado

En 2013 el municipio vendió su participación en Telefónica de Pereira y desde entonces la ciudanía ya no siente como suya esa entidad, constituida en 1997 como resultado de la escisión de las antiguas Empresas Públicas; aunque la inversión ya es totalmente foránea y la administración del negocio se hace desde Medellín, y no propiamente por los paisas sino por la multinacional Millicom, propietaria del  50% de lo que hoy se conoce como TigoUne, la inmensa mayoría de su excelente talento humano sigue siendo local.

 La historia dirá que la Empresa de Telecomunicaciones de Pereira S.A (ETP), razón social de la que en otrora fuera “la joya de la corona”, por su gestión y resultados, no llegará a cumplir los 20 años y desaparecerá en diciembre próximo, si se cumplen las aspiraciones y cálculos de UNE, habiéndose radicado ya la solicitud de fusión por absorción desde el mes de septiembre de 2016. 

  
 A nivel laboral la situación, hasta el momento, venía siendo pacífica, salvo por la eliminación de algunos cargos directivos, lo cual era previsible; esto gracias a la existencia de una Convención Colectiva fuerte, históricamente bien negociada por el Sindicato, cuya mayor conquista era la cláusula de estabilidad que impedía el despido sin justa causa de los trabajadores que alcanzaran los 10 años de antigüedad.


 En 2015 los nuevos dueños se vinieron con todo a preparar el terreno para la integración, lo cual implicaba depurar los costos laborales; y fue así como, dentro de un complejo panorama, la organización sindical, en procura de defender la precitada cláusula de estabilidad y conseguir “del ahogado el sombrero”, aceptó que la misma fuera excluida del texto de la Convención Colectiva, y en su lugar se le escriturara en los contratos individuales a todos aquellos trabajadores a término indefinido que ya la habían ganado; así, la mayor parte de los trabajadores quedó sin la expectativa del blindaje, aunque cabe decir que no era probable que hubieran llegado a tenerlo, porque sus contratos eran a término fijo, a un año, prorrogable.


 Capítulo aparte fue la compra que UNE hizo a los socios minoritarios, puesto que a abril de 2016 todavía existían 45 trabajadores y extrabajadores con participaciones accionarias que, aunque ínfimas, estorbaban para la fusión. 


 La oferta económica de UNE fue la misma para todos los minoritarios, según el número de acciones en su poder, sin embargo, el Sindicato, buscando que la transacción en bloque no se malograra y evitar la liquidación de la Empresa,  destinó recursos de su propio peculio, es decir plata de los mismos trabajadores sindicalizados, para satisfacer el oportunismo de uno solo de esos 45 accionistas, para quien lo ofrecido por UNE era poco y amenazó con no vender y bloquear la operación. Esta anécdota, que puede ser legal, no resiste un juicio moral.


 Aunque la ETP no se liquidó y el Sindicato logró postergar la catástrofe laboral, la empresa de la que alguna vez nos enorgullecimos los pereiranos hoy está moribunda y se vislumbran tiempos difíciles de tierra arrasada.

Miscelánea Nacional

Miscelánea Nacional
Publicado 12/10/2016
James Cifuentes Maldonado
En la confusión en que andamos ya no sabemos si la política contamina la religión o la religión contamina la política; en un país como Colombia que logró erigirse con la Constitución del 91 como un Estado no confesional, las distintas formas de fundamentalismo que han emergido significan un terrible retroceso que nos ubica en tiempos medievales. 

Lo espiritual y lo civil tienen que ir por caminos diferentes y por ello lamento que gran parte del movimiento cristiano en Colombia, empezando por varios de los jerarcas de la iglesia católica, desde las tarimas y desde los púlpitos, se hayan prestado o hayan caído en la campaña artificiosa del NO, revolviendo la moral religiosa con la institucionalidad y los asuntos del Estado, dejando de lado el verdadero legado de Cristo, basado en el perdón, el amor, y la caridad.


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El comunicado leído, el pasado sábado, desde La Habana por Humberto de la Calle, indica que el Gobierno y las Farc no se han quedado con las manos cruzadas; que las circunstancias adversas del plebiscito han hecho que tengan que hablar con hechos, ir más allá de la retórica y de las malogradas 297 páginas del acuerdo. Eso es lo que se entiende con la decisión de sostener el cese al fuego bilateral.


Confío entonces que la oposición comprenda que se están haciendo importantes esfuerzos en procura de que consoliden sus planteamientos y presenten las propuestas serias de cara a la paz que dicen defender y, que todo el país está esperando, ya que en la campaña no tuvieron tiempo de hacerlo.


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Una lástima que para el presidente Santos no haya sido suficiente el voto de confianza y la legitimación que la democracia le dio para concretar la paz con la elección para su segundo mandato y haya dado la papaya de convocar a un plebiscito en un intento de refrendación popular de los acuerdos logrados con las Farc, para que terminara manoseado en la forma en que finalmente se supo que se hizo por parte de los opositores.


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En una movida absolutamente política el comité noruego encargado de la designación del Nobel de la Paz se inclinó por entregar el premio al Presidente colombiano como una oportunidad de hacer visible internacionalmente un conflicto que, en su ciclo más reciente de violencia, ya completa medio siglo y millones de víctimas; como una forma de reconocer a quien de manera audaz, que no exenta de equivocaciones, se ha mostrado más determinado y más insistente por sacar adelante un proceso de paz.


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Colofón: En este país mojigato que se abraza al Sagrado Corazón de Jesús, pero que traiciona sus enseñanzas, porque su piedad solo dura lo que dura el sermón del domingo, la “verdad” es una imposición de quienes gritan más fuerte, es todo aquello que por su rimbombancia y estridencia es capaz de enardecer y generar sensación en las redes sociales, y así, songo
sorongo, cualquier estupidez puede convertirse en ley, si cuenta con los votos suficientes.

Con el NO terminamos ganando todos


Con el NO terminamos ganando todos



Publicado 05/10/2016
http://www.eldiario.com.co/seccion/OPINION/con-el-no-terminamos-ganando-todos1610.html

James Cifuentes Maldonado

El país no sale del desconcierto por los resultados del plebiscito, con el cual se pretendía refrendar los acuerdos entre el Gobierno y las Farc; casi nadie pudo prever un desenlace como el que tuvimos; incluso los más sorprendidos fueron los mismos promotores del NO, que tardaron en reaccionar.

Hago mi propia catarsis reconociendo que yo fui uno de los derrotados, junto con los más de seis millones de colombianos que le apostamos ciegamente al SI y que hoy cargamos esta amargura y esta incertidumbre.


Hasta el sábado pasado creíamos que el acuerdo de paz estaba del otro lado, y los hechos nos han mostrado que la cosa era más compleja y que estábamos “ensillando sin traer las bestias”.
Las encuestadoras justifican su descuadre diciendo que hubo un “voto oculto”, que no se detectó en los sondeos, porque muchas personas sintieron que no era políticamente correcto admitir su inclinación por el NO, máxime cuando ello se estaba equiparando a estar en contra de la paz, lo que les convertía en objeto de reproche y matoneo.


Las salidas en falso del Presidente y el perdón “ofrecido” por guerrilla, que no sonó sincero, hicieron sentir a muchos que lo negociado era una imposición; la afirmación de que si los acuerdos no eran validados, arreciaría la guerra, se tomó como una presión, que por suerte no coincidió con lo que hoy estamos viendo, cuando las mismas Farc ratifican que se mantienen en lo pactado y el Centro Democrático está a punto de ocupar un lugar en una mesa nacional para la renegociación.
Los entusiastas de la paz nos equivocamos al pensar con el deseo; sabíamos que había división en la opinión pública pero no que era tanta, como nos lo mostraron las urnas; confiamos en las encuestas y dimos por hecho, como lo hizo el Gobierno, que ya todo se reduciría al trámite del paquete de leyes (fast track) con el que se implementaría lo acordado en La Habana.


Para el SI no era suficiente ganar, había que hacerlo abrumadoramente y perder no estaba en los planes;    Pero “del ahogado el sombrero”; en el empate técnico que finalmente se presentó    ha sido muy afortunado que la ventaja haya sido del NO;    preferible a que hubiera sido del SI por unos márgenes tan estrechos, lo cual nos hubiera dejado en una situación explosiva, ahí sí como la de Venezuela.    Paradójicamente con el NO ganamos todos, porque se generaron las condiciones para el verdadero consenso. 


La responsabilidad hoy es del uribismo y de los sectores que se sentían excluidos pero que ya están metidos en la conversación; ojalá asuman su rol coherentemente y le entreguen al país    la paz que dicen defender, esa perfecta y libre de impunidad, en lugar de la imperfecta pero realista que el SI no pudo. Llegó la hora de la grandeza, porque igualmente le corresponde a las Farc demostrar hasta dónde llegan su verbo y su voluntad.
No era verdad, no cesó la horrible noche; para el amanecer falta bastante. 

El acuerdo está consumado, que hablen las urnas

El acuerdo está consumado, que hablen las urnas

Publicado 28/09/2016

http://www.eldiario.com.co/seccion/OPINION/el-acuerdo-est-consumado-que-hablen-las-urnas1609.html
James Cifuentes Maldonado
En medio del debate por el SI y por el NO, muchas personas sobrepasan el límite de su opinión; ciegas y sordas ante la posición contraria terminan descalificando, ofendiendo y diciendo cosas lamentables.  El ejercicio democrático, por naturaleza, exige respeto por el disenso y la madurez suficiente para aceptar lo que resulte el día en que se cuenten los votos; luego de eso, nuestras vidas tienen que seguir su camino, por la senda trazada por las mayorías.

 Hoy, las personas medianamente informadas, ya tienen fijada su posición, y las que no, también, y no la van a cambiar;  eso implica que cuanto se siga diciendo en los medios de comunicación y en las redes sociales, sobre el plebiscito, no será útil, y, por el contrario, hará que el ambiente se siga enrareciendo y se malogren muchas amistades.


 Al momento de escribir estas notas, las Farc y el Gobierno ya firmaron lo pactado, y, más allá de la discusión sobre lo razonable o lo impertinente que han sido los acuerdos, es innegable que ello constituye un hecho político de suma importancia, que pone de frente a los distintos sectores de la sociedad y genera naturales efectos sobre la relación de fuerzas que existe en el país alrededor del ejercicio del poder, y lo más fundamental, llama a la conciencia sobre las acciones de fondo que se deben acometer en el posconflicto para construir la paz, además de silenciar los fusiles.


 El acuerdo de La Habana, rubricado en Cartagena,  es una oportunidad para que la sociedad se sacuda y se cuestione sobre los verdaderos motivos por los cuales no nos hemos podido poner de acuerdo en 200 años; para que nos salgamos del remolino de las contiendas partidistas que simplemente pretenden perpetuarse el privilegio de gobernar, hacer de la corrupción una feria y asegurar el reparto de la torta burocrática.  Tenemos que estar por encima de eso, no importa si nuestra vocación es roja, azul, verde o amarilla.


 Algunos hacen demagogia, arengando, con un clamoroso “por Dios”, en acento paisa, que nadie debería estar de acuerdo con lo pactado con la guerrilla, porque es injusto, porque es impune e inconstitucional; entiéndase: que no sacia los deseos de venganza; cuando de hecho, el valor y la grandeza de esta coyuntura, nunca antes vista, consiste en  reconocer que hay que parar y negociar con los que ahora han querido hacerlo, así eso implique tragarnos la infamia; a eso estamos dispuestos millones de individuos que también somos colombianos, a los que no nos han preguntado y que vemos en el plebiscito del 2 de octubre la oportunidad de expresarlo. 


 Sé que no habrá justicia plena, tampoco reparación total; igual que todos mis compatriotas, ignoro donde están los dineros del narcotráfico de las Farc, pero, qué más da, si en las desmovilizaciones anteriores, estos “trascendentales” detalles tampoco fueron resueltos, y por eso pienso que hoy no hacen la diferencia, máxime cuando a muchas de las verdaderas víctimas ya no les importa y quieren pasar la página.