miércoles, 2 de septiembre de 2020

Miscelánea - A vivir en modo pandemia


Por James Cifuentes Maldonado 

  

En sus marcas, listos ya… ayer los noticieros de radio y televisión nos hicieron sentir que el mundo se volvió a crear, y… si pero no. El mundo no se acabó y la pandemia tampoco, pero en parte si ha caído esa idea y esa barrera sicológica del confinamiento, contenida en los decretos nacionales y locales que cada mes nos imponían un mar de prohibiciones y otro mar de excepciones, nada más confuso. Hoy, los nuevos decretos nos autorizan prácticamente a todo, menos para ir al bar o a la discoteca, ir a conciertos o eventos masivos, tomarnos una cerveza en el espacio público o aglomerarnos en la calle, lo cual incluye mantener en suspenso el derecho de manifestarnos y protestar, lo que significa que debemos seguir bailando, bebiendo y protestando, en casa. 

 

Retomamos muchas cosas que parecen nuevas: Se abre el turismo, podemos volver sin restricción a las carreteras, para vivir Colombia y viajar por ella, se empieza a normalizar la operación aérea; aunque con control de aforos, los restaurantes, hostales y hoteles se volverán a colmar, y lo más importante, las familias volverán a reunirse los fines de semana en la casa de la abuela, sin ese halo de clandestinidad con el que se venía haciendo; podremos volver a recibir visitas, sin que el vecino cansón del conjunto llame a la portería a poner la queja. 

 

Regresa el fútbol, volveremos a ver al amado Deportivo Pereira sobreviviendo en la A, así sea por televisión, tal y como ahora estamos viendo el Tour de Francia, como lo hemos visto siempre, como ven y viven, casi todo, la mayoría de compatriotas, por la pantalla chica; porque la gran mayoría no tienen carro, no viajan por carretera, no comen en restaurantes ni se alojan en hoteles, no han visto el mar y no tienen pasaporte. Esta es la vieja realidad, es la realidad de siempre, de ese otro país que muchos desconocen y que está reactivado prácticamente desde abril, la realidad del rebusque de los que, si paran un día, no comen ese día y así sucesivamente. 

 

No es volver a nacer, pero sí es mucho para estar contentos pero prudentes; es obvio que la reactivación de unos significa la oportunidad de otros; si el dinero fluye, fluye todo; si bien para unos la reapertura se traduce en lujos y mayor calidad de vida y para otros en mera supervivencia, es la vida al fin, la vida que queremos vivir, por lo menos como era antes que la COVID-19 y los tapabocas llegaran para quedarse. 

 

ADENDA. Ahora que el proceso de Alvaro Uribe pasa a ser instruido por la Fiscalía, me quedo tranquilo, porque muchos indignados con la Corte vuelven a la institucionalidad, y para que sigamos adelante les propongo una forma alternativa de imparcialidad: Supongamos que todo cuanto se dice alrededor de la violencia en Colombia es incierto, que nada de lo que dicen desde la ultra derecha y desde la ultra izquierda es verdad, o por lo menos que es oscuro; asumamos que cada quien copa los medios de comunicación y las redes sociales con la versión que más le gusta o le conviene. Por mi parte ya he escuchado suficientemente la explicación de la familia Uribe y de sus abogados, que pueden pagar millones para limpiar su nombre, y por eso decidí por mi cuenta conocer la otra historia. Y soy enfático, yo no leo para creer, tan solamente lo hago para lo mínimo que puedo hacer: DUDAR, dudar de todo. 

 

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