Por James Cifuentes Maldonado
En sus marcas, listos ya… ayer
los noticieros de radio y televisión nos hicieron sentir que el mundo se volvió
a crear, y… si pero no. El mundo no se acabó y la pandemia tampoco, pero en
parte si ha caído esa idea y esa barrera sicológica del confinamiento,
contenida en los decretos nacionales y locales que cada mes nos imponían un mar
de prohibiciones y otro mar de excepciones, nada más confuso. Hoy, los nuevos
decretos nos autorizan prácticamente a todo, menos para ir al bar o a la
discoteca, ir a conciertos o eventos masivos, tomarnos una cerveza en el
espacio público o aglomerarnos en la calle, lo cual incluye mantener en
suspenso el derecho de manifestarnos y protestar, lo que significa que debemos
seguir bailando, bebiendo y protestando, en casa.
Retomamos muchas cosas que
parecen nuevas: Se abre el turismo, podemos volver sin restricción a las
carreteras, para vivir Colombia y viajar por ella, se empieza a normalizar la
operación aérea; aunque con control de aforos, los restaurantes, hostales y
hoteles se volverán a colmar, y lo más importante, las familias volverán a
reunirse los fines de semana en la casa de la abuela, sin ese halo de
clandestinidad con el que se venía haciendo; podremos volver a recibir visitas,
sin que el vecino cansón del conjunto llame a la portería a poner la
queja.
Regresa el fútbol, volveremos a
ver al amado Deportivo Pereira sobreviviendo en la A, así sea por televisión,
tal y como ahora estamos viendo el Tour de Francia, como lo hemos visto
siempre, como ven y viven, casi todo, la mayoría de compatriotas, por la
pantalla chica; porque la gran mayoría no tienen carro, no viajan por
carretera, no comen en restaurantes ni se alojan en hoteles, no han visto el
mar y no tienen pasaporte. Esta es la vieja realidad, es la realidad de
siempre, de ese otro país que muchos desconocen y que está reactivado
prácticamente desde abril, la realidad del rebusque de los que, si paran un
día, no comen ese día y así sucesivamente.
No es volver a nacer, pero sí
es mucho para estar contentos pero prudentes; es obvio que la reactivación de
unos significa la oportunidad de otros; si el dinero fluye, fluye todo; si bien
para unos la reapertura se traduce en lujos y mayor calidad de vida y para
otros en mera supervivencia, es la vida al fin, la vida que queremos vivir, por
lo menos como era antes que la COVID-19 y los tapabocas llegaran para
quedarse.
ADENDA. Ahora que el proceso de
Alvaro Uribe pasa a ser instruido por la Fiscalía, me quedo tranquilo, porque
muchos indignados con la Corte vuelven a la institucionalidad, y para que
sigamos adelante les propongo una forma alternativa de imparcialidad:
Supongamos que todo cuanto se dice alrededor de la violencia en Colombia es
incierto, que nada de lo que dicen desde la ultra derecha y desde la ultra
izquierda es verdad, o por lo menos que es oscuro; asumamos que cada quien copa
los medios de comunicación y las redes sociales con la versión que más le gusta
o le conviene. Por mi parte ya he escuchado suficientemente la explicación de
la familia Uribe y de sus abogados, que pueden pagar millones para limpiar su
nombre, y por eso decidí por mi cuenta conocer la otra historia. Y soy
enfático, yo no leo para creer, tan solamente lo hago para lo mínimo que puedo
hacer: DUDAR, dudar de todo.
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