sábado, 6 de mayo de 2023

Miscelánea - El gobierno y la ciudad que queremos

 



Por James Cifuentes Maldonado

Estando muy joven, vi una valla instalada por los lados de la Universidad Libre que decía: “Obras son amores y no buenas razones”; confieso que pasó mucho tiempo antes de que yo llegara a comprender el mensaje. La valla hacía publicidad o difusión sobre las obras ejecutadas por un gobernador cuya gestión aún se recuerda en Pereira y en muchos de los municipios de Risaralda, haciéndose con ello a un prestigio que le valió a ese dirigente para mantenerse en la escena política y estar aún muy vigente como congresista y líder natural de su partido, tanto, que está a punto de volver a ser gobernador pero por interpuesta persona, pues uno de sus hijos es uno de los más firmes aspirantes a ocupar la primera silla del Palacio Gris. 

De una forma similar, pero sin vallas publicitarias y sin prole o estirpe que continuara su proyecto, hubo una señora alcaldesa que se ganó un lugar muy importante en la memoria y en la recordación de los pereiranos; por el designio popular esa Señora, con mayúscula, gobernó Pereira en el periodo 2001 - 2004.  Sin nos fijamos bien, ya han pasado 19 años desde esa alcaldía y por muchas razones, en su mayoría positivas, se sigue hablando de ella y sigue siendo un referente del tipo de administración que uno quiere: determinada, ejecutiva, eficiente, pero sobre todo prospectiva.

Siguiendo con Pereira, por allá en 2016, luego de 8 años en los que el Palacio Municipal estuvo dominado por la misma “casa”, irrumpió con fuerza un joven  que prometió el Cambio, y a fe mía que lo cumplió, no solamente por las decisiones que tomó sino por la forma en que ejerció su liderazgo, con un carisma tal, una energía y una permanente presencia que le valieron para poner nuevamente alcalde, contra viento y marea, y luego llegar a ocupar una curul en el Congreso, desde donde sigue irradiando su poderosa aura, con intenciones de repetir con un tercer alcalde de la zaga del Cambio.  

Con este preámbulo quiero establecer primero, que en la evaluación de un buen gobierno la realización de las obras es algo que debería darse por obvio, es decir que pavimentar una calle, construir un coliseo o dotar una escuela no deberían ser motivo de tanta euforia y celebración ni debería ser la razón principal por la que un gobernante o un movimiento político se afiance en su intención de seguir al frente de los destinos de un territorio.  Ejecutar el presupuesto, hacerlo de manera transparente y oportuna, es lo mínimo que debe suceder y por lo tanto debe darse por descontado.

Vivimos en Colombia, donde tristemente solemos decir “no me importa que roben, pero que hagan algo, que no se la roben toda”, que un gobernante pueda llegar a ser recordado por su visión, por su liderazgo, por su huella y por su trascendencia, más allá de las obras de cemento en el corto plazo, es algo que se sale de lo común.

En la política, como ejercicio de largo aliento, ser elegido no es el punto de llegada sino de partida. Los gobernantes que se dicen de talante o de corte “técnico”, por lo general menos carismáticos, son conscientes de su condición y suelen carecer de aspiraciones más allá de su periodo o respecto de otras posiciones más arriba que dependan del favor popular y aunque cumplan sus programas, la falta  del protagonismo y de la visión de quienes sí están decididos a llegar más lejos, termina por influir en el electorado al que irónicamente le interesa más los líderes mediáticos y presentes que los buenos funcionarios discretos pero ausentes y mucho más el cacareo que las mismas obras.

En el caso de Pereira, su actual mandatario fijó un plan para 4 años, designó un equipo, dio órdenes, ejecutó el presupuesto y es posible que inaugure obras. A pesar de ello, probablemente dentro de 2 décadas no lo recuerden como hoy se recuerda a la alcaldesa aquella que, como bandera de alto impacto y de futuro, con mayor audacia y valor estratégico se la jugó por la transformación urbana y el ordenamiento territorial de la ciudad.

Son estilos, y no digo que el uno o el otro estén bien o mal; creo simplemente que eso nos debe poner muy reflexivos sobre la democracia y los gobiernos que queremos.

 

 

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