Por James Cifuentes
Maldonado
Me muevo en un entorno laboral y profesional de gran camaradería, donde el tema del futbol ocupa un lugar muy importante en la agenda y en las conversaciones que a diario tenemos, muy especialmente cuando se ha jugado la última fecha del torneo local o incluso de otras ligas, porque la mitad de los contertulios son seguidores del Barcelona y la otra del Madrid, unos de Boca y otros de River, unos de la Juventus y otros del Inter y casi todos del Liverpool, porque nos volvimos ingleses cuando Luchito Díaz llegó a la Premier League.
Pero no nos vayamos tan lejos, quedémonos acá, donde los gustos se debaten entre los equipos tradicionales como Millonarios, Junior, Cali, América o Santa Fe, los coperos como Nacional o el Once Caldas o los que, siendo históricos, han ganado muy poco como Pereira y Bucaramanga, con hinchadas sufridas pero agradecidas como la nuestra.
Pues bien, en esta oportunidad esta columna es por encargo y responde a la tusa que nos ha dejado la eliminación del amado, que nuevamente se ha quedado por fuera de los cuadrangulares finales. Son muchos los sentimientos encontrados que merecen ser expresados para hacer la catarsis colectiva sobre la frustración que nos deja quedar por fuera otra vez de la fiesta, muy a pesar de contar con un equipo que si bien tiene una nómina corta, los jugadores, luego de la llegada de Rafael Dudamel, demostraron que eran lo suficientemente competitivos y que podían lograr más. Porque en Colombia, aunque los títulos y la historia pesan, cualquier equipo bien armado, bien motivado y bien pago puede ser protagonista y campeón.
Entonces … ¿Qué nos pasó? Un sector de mis amigos responde a esta pregunta con bronca, apretando los dientes, diciendo que lo sucedido no ha sido fortuito, que no hay tal de que de un momento a otro los futbolistas se acordaron de jugar, que con el técnico Suarez eran muy malos y que don Dudamel simplemente se transformaron. ¡No señor!, algo pasó y ese algo es que había una fractura en el equipo, los canales de comunicación en la organización del Deportivo Pereira se ensuciaron con el ruido de los atrasos de la nómina (ya no hay la paciencia de otros tiempos), sumado a la falta de liderazgo de un estratega que como Luis Fernando Suarez, de categoría mundialista, le faltó la ambición y el hambre de los que nunca han ganado nada, razón por la cual se encogió de hombros y se limitó a ir y venir como un zombi en la raya, desde donde ya era incapaz de transmitir la fuerza que el equipo necesitaba.
Eso dicen mis amigos; que fue una conspiración, igualito a cuando la Selección Colombia de mayores boicoteó a Carlos Queiroz y echaron por la borda el proyecto de ir al Mundial de Qatar; cuando reaccionaron ya era muy tarde, es decir, la misma película que vivimos el pasado lunes con un Pereira aguerrido, con mucho futbol en los pies, pero arrastrando el lastre de los puntos perdidos y la presión, como una navaja afilada en el cuello, de no tener margen de error, de tener que hacerlo todo perfecto, de conseguir en 7 partidos lo que no hizo en 13, como el estudiante desaplicado.
Ya está, ya lo dijimos, mis amigos y yo podemos seguir en paz; en el próximo torneo será. La fe sigue intacta y esperamos que el equipo no se desbarate, que se refuerce en lo deportivo y en lo moral.