Por James Cifuentes Maldonado
Hace 14 años descollaba la figura menuda y el nombre desconocido de Nairo Quintana, dentro del firmamento de estrellas del ciclismo en el que ya Colombia se había convertido desde los años 70, con referentes tan importantes como Martín Emilio Cochise Rodríguez, Alfonso Flórez, Martín Ramírez, Francisco El Pacho Rodríguez, Fabio Parra, Lucho Herrera, Álvaro Mejía y Santiago Botero, por mencionar sólo los nombres que así rápidamente se me vienen a la cabeza y que iniciaron toda esta senda de triunfos para nuestro país, que sigue siendo reconocido como la tierra de los "escarabajos", que saltan cuando el terreno se empina, que clavan su vista en la carretera y con su paso demoledor revientan las carreras, aflojando sólo a la llegada.
Hoy podemos concluir que ni la irrupción de Colombia en el ciclismo de élite ni las gestas de Nairo Quintana fueron casualidad. Ya son más de 50 años de satisfacciones que el ciclismo, deporte costoso reivindicado por gente humilde, nos ha brindado desde cuándo Cochise se convirtió en el récordman de la hora en México en 1970, y desde cuándo llevamos el primer equipo a las carreteras de Europa a comienzos de los 80, primero a sufrir y luego a ser protagonistas permanentes, convirtiendo las carreras del viejo continente en festivales de alegría y montaña, dejando en el pasado los monólogos de las etapas planas. Con la llegada de los colombianos, el ciclismo mundial jamás volvió a ser el mismo, las prioridades en el cubrimiento de las carreras, la programación de las etapas, cada vez con menos llano y más trepada y la hegemonía de cada vez más ciclistas escaladores de todas las nacionalidades son prueba de ello. Varios ejemplos, empezando por el final: Tadej Pogačar, Jonas Vingegaard, Remco Evenepoel, Primoz Roglic y Mathieu Van del Poel, que nos ratifican que el eje del ciclismo actual es la loma, que las grandes vueltas se ganan y se pierden en ese terreno y, lo más importante, que fueron los escarabajos colombianos los que dictaron esa ley.
El pasado domingo, luego de tocar la gloria, de ganar un Giro de Italia y una vuelta a España, además del podio en el Tour de Francia, luego de haber descendido a los infiernos de un equipo que ya no lo quería, de gente que lo despreciaba y luego de la desgracia del tramadol, donde fue víctima de todo y culpable de nada, Nairo Alexander Quintana Rojas, nos volvió a mostrar la inmensidad de su nombre, arrojándose con la valentía que lo caracteriza a tratar de evitar lo inevitable, que Tadej Pogačar se alzara con la etapa reina en la actual versión del Giro de Italia. Nairo con su palmarés de dos décadas, con su cuerpo amellado y sus fuerzas disminuidas de tanto correr y de darlo todo, esta vez no alzó los brazos en la meta, donde llegó segundo pero como primero del resto, después del fenomenal esloveno, bajando su cabeza pero elevando su alma, en un ejercicio de tenacidad y sobre todo de dignidad, cuando ya muchos creían su gloria desvanecida y sus logros olvidados.
Adenda. Grande el Pereira, más huracán que nunca, el pasado Domingo en Barranquilla, aunque los periodistas le quieran bajar la caña y den por finalista al Bucaramanga, que no me disgustaría; ahí está el Depor, a punto de dar el zarpazo y disputar su segundo título. Yo no lo creía luego de ver la pintada de cara que nos hizo Fortaleza, pero, eso es lo bonito del fútbol.
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