viernes, 27 de diciembre de 2024

Miscelánea - Del fraude noticioso y otras yerbas

 


Por James Cifuentes Maldonado

El periodismo está en crisis, los medios de comunicación han perdido la brújula en el deber social de informar y han caído en la anarquía de las redes y el desespero por sobrevivir en ellas, pescando lectores incautos con base en titulares artificiosos y sugestivos, pero vacíos, sin sustancia, sobre hechos inciertos o especulativos, mejor dicho, meros chismes.
Luego del primer partido de la final del Fútbol Profesional Colombiano, jugado en Ibagué, un periódico paisa tituló: “Por fin se conoce cuál habría sido el insulto de David González a Morelos...” en alusión a un incidente de cruce de palabras entre el técnico del Tolima y el jugador de Atlético Nacional.
Sobre la noticia, que no fue noticia, ni revistió ningún valor periodístico o interés relevante para nadie, hay que señalar que, en cualquier texto que relata una situación o un hecho, cuando se dice "habría", quiere ello decir que en lo que se habla no hay certeza, que es una mera conjetura, en este caso, lanzada de manera provocadora y engañosa, para llamar la atención y lograr que los lectores hagan click, que caigan en la trampa de acceder a un contenido que finalmente no dice nada.
Hoy, prácticamente todos los medios, todos los portales y todas las redes se dedican a eso, no hay control y a nadie le importa. Claro que se trata de información, que va y viene en el metaverso digital y cada quien es libre de acceder a ella o no, eso se entiende, pero, el tema es que no deberíamos ser ajenos al cuestionamiento ético que se desprende de esa práctica que, aparentemente, está dirigida a distraer, pero que en el fondo está impulsada por motivos mercantilistas, un negocio en el cual los lectores son meros instrumentos, con fines de pauta publicitaria, de consumo y monetización.
Así se trate de temas frívolos o intrascendentes, un engaño es un engaño, es un fraude; exactamente igual a cuando la publicidad muestra una hamburguesa grande, jugosa y apetitosa y, cuando nos la sirven, resulta ser un pedacito de carne triste y pálido en medio de dos panes aplastados.
De otro lado, toca felicitar a los seguidores de Nacional por la estrella 18, fueron los mejores, aunque mi corazón estaba con Tolima y con David González, al que otra vez se les escapó la Liga. En esta Navidad el regalo que pido es que el Deportivo Pereira se mantenga y que los dueños logren revertir el desempeño irregular de la campaña 2024, para la salud mental y el gozo de todos los hinchas matecañas.
Adenda. Mi colega Ernesto Zuluaga escribió un delicioso texto la semana pasada titulado “Por qué el circo es necesario” en el que plantea el sentido y valor de las fiestas, para quienes viven en sociedad.  Al respecto, me permito acotar que, si antes de la pandemia los festejos, la vida social, la rumba, y el compartir en escenarios familiares y de ciudad eran necesarios, luego de 2021 es un aspecto irrenunciable, no hay más; gozar y disfrutar, debe ser el primer punto de la agenda de todos, incluso de los gobernantes.  Si el señor alcalde decide peatonalizar cada fin de semana las carreras 8ª y 7ª para que la gente camine y comparta, o si se le ocurre generar muestras culturales cada mes, desde La Circunvalar hasta la Calle del Encuentro, al estilo San Telmo en Buenos Aires, tiene mi total aprobación.

viernes, 22 de noviembre de 2024

Miscelánea ¿Qué tan pereirano es usted?




Por James Cifuentes Maldonado

 

Hablábamos de regionalismos, en medio de la reunión que, entre cervezas y humo, se trenzaba en discusiones futboleras, sobre la campaña irregular del Once Caldas, instalado en las finales de la Liga II de 2024, pero con la curva de rendimiento hacia abajo; el fracaso del Deportivo Pereira, que se quedó en la puerta de la clasificación a cuadrangulares y la ilusión de que el Deportes Quindío retorne a la A, que para este año se quedará en eso, en una ilusión, cuando, de sopetón, me preguntaron que qué tan pereirano era yo, a propósito de la cara de chino nacionalizado peruano que me gasto; les respondí, mucho, muy pereirano, como se los voy a sustentar.

Miren, yo nací en un paraje llamado El Crucero, del corregimiento de Altagracia, entre las veredas El Jazmín y el Estanquillo; allí me tuvieron hasta casi los dos años cuando, siendo un sobreviviente del carranchil o “siete luchas” y con pinta de tullido, porque vine a caminar casi a los 3 años, me trajeron a vivir a un inquilinato en el Barrio Mejía Robledo, donde, para fortalecer los huesos, mi mamá me untaba las sobras de las claras de las cocas de huevo que le pasaban las vecinas y, además, me enterraba hasta la cintura entre la arena y el cisco de café que arrojaba la Trilladora Espinoza, que quedaba cerca, en un costado del Parque Olaya Herrera.

Entonces, criado en la calle, en la 15 con 18, al pie de Expreso Palmira y del Taller Estación, donde solía recoger chatarra para ganarme unas monedas, a 7 cuadras de la Plaza de Bolívar, alimentado con aguapanela, arepa con mantequilla y migote de buñuelo, nieto de Olga María Marulanda, de los Marulandas pobres, efectivamente, me siento muy Pereirano, pero no tanto como que me impida exaltar el valor de mis ancestros vallunos y antioqueños, puesto que mi mamá es arracachipuntuda de Ulloa y mi papá de algún lugar entre Filandia y Chinchiná; por eso aunque el corazón solo me da para declararme hincha del Deportivo Pereira, en la A, en la B o en la Z, no me cuesta nada y, por el contrario me agrada mucho, cuando al Once Caldas, al Deportes Quindío y al América de Cali les va bien y, es más, les hago fuerza.

Seguramente más pereirano que yo, y todos los que aquí nacimos o los que a aquí llegamos, sea solo la misma Pereira; por eso, para medir la pereiranidad, puede ser útil acudir a varios referentes, por ejemplo:  Más pereirano que la papa rellena, que en Manizales llaman pastel; más pereirano que el Bolívar Desnudo que un día lo enguacalaron y nos amenazaron con llevárselo a otra ciudad, para que tomáramos conciencia de su valor; más pereirano que el viaducto, que hace de Pereira y Dosquebradas un solo cuerpo y una sola identidad; más pereirano que el Palacio de la Chunchurria, donde llenan la panza y disimulan la rasca los amigos de la noche; más pereirano que el Barrio Cuba, con su parque Guadalupe Zapata y su permanente carnaval; más pereirano que el Barrio La Esneda, que queda en Dosquebradas, al otro lado del río Otún, de la misma forma que la Piedra del Peñol queda en Guatapé.

Sí señor, soy pereirano, aunque prefiero decir que soy del Eje Cafetero, aunque ya poco se cultive el café; que soy de un lugar del Viejo Caldas o del Viejo Cartago, que soy hijo de caucanos y antioqueños, y que, por esa rara mezcla, me siento tan especial, que soy incapaz de llamarme paisa.

Adenda. Punto para la alcaldía de Pereira, con la anticipación del alumbrado en 2024 y por regalarnos dos meses de Navidad. 

viernes, 12 de julio de 2024

El fútbol es todo y no es nada.

 


Por James Cifuentes Maldonado

 

Comenzaré diciendo que el fútbol es un espectáculo, como cualquier otro, como ir a un concierto, a una obra de teatro, al ballet,  al circo y muchas otras formas, incluso más primitivas o más vulgares de entretenerse, como los toros o las peleas de gallos, porque el fútbol sólo es eso, entretenimiento, que nos atrapa como nos atrapa una buena serie. 

Pero, si la cosa es tan simple, entonces ¿en qué radica la diferencia? ¿por qué el fútbol es un río de pasión que se desborda en las calles?

Quizás el detalle es el carácter masivo de un deporte muy popular, que no excluye a nadie, que lo puede practicar cualquiera, pobre o rico,  igual en el más humilde de los peladeros en Tumaco o en el Jardín de los Príncipes de París, y en general lo puede ver cualquiera, ya sea en un bar en el parque de la 93 o en la tienda de Don Alberto en Manrique. Un partido de fútbol es capaz de despertar el mismo entusiasmo en ciertos individuos, no importa si se trata de la final de la Champions o de una recocha de solteros y casados a fin de año.

Dos cosas le dan efervescencia al fútbol, por un lado el sentido de pertenencia que nos ata a la tierra y  a la divisa que representa al colectivo que la habita,  ya sea en un barriada,  una ciudad, un país o incluso todo un continente, y, por otro lado, está el mero gusto, que hace que sigamos a un equipo, no porque nos pertenezca, sino por la calidad del espectáculo que brinda, por sus triunfos, sus estrellas y sus copas, lo que de alguna forma satisface nuestro arribismo, nuestra necesidad de sentirnos del equipo ganador, solo así se explica que en un rincón remoto de un pueblo en el Chocó o en el Guaviare haya "hinchas" con camisetas del Real Madrid o del Manchester City.  

Y esa efervescencia alcanza su mayor expresión cuando un partido de fútbol toca el Alma Nacional y casi que se vuelve un asunto de Estado, cuando todo un país vuelca su atención, sus ánimos, su orgullo y sus frustraciones en una final como la que la Selección jugará el próximo domingo.

Si Colombia gana, el alma nacional futbolera se elevará y seremos felices, en esa forma de felicidad que sólo se siente en el fervor del grito de gol y en el calor de las masas que celebran títulos en los estadios o en las plazas, pero que, cuando nos quedamos a solas, pierde sentido, porque esa felicidad no representa mucho para el individuo, porque, así un día la Selección obtenga la Copa Mundo, eso solo servirá para elevar la moral colectiva y quizás sacar pecho en los aeropuertos. Aunque fuéramos campeones del mundo del fútbol, nuestro propio mundo seguiría siendo el mismo, con todas sus realidades y crudezas.

El fútbol es un espectáculo, sólo eso, una función, una puesta en escena, con ingredientes de emocionalidad y competencia, muy bien montada, de la que casi nadie puede sustraerse, por una razón o por otra de las que ya he comentado; pero, más que eso, el futbol es un negocio con una multinacional como la FIFA a la cabeza, organización privada y todopoderosa que tiene más afiliados que la ONU y que mueve más dinero que la economía entera de un país como Colombia, en entradas, en pases de jugadores y, lo más inquietante, de manera indirecta, en apuestas, las apuestas que incluso son capaces de torcer los resultados y corromper el espíritu deportivo. 

El fútbol es un espectáculo tan envolvente y  tan arrollador, que sirve para perder la noción en los malos tiempos del gobierno y disimular anuncios de reformas tributarias que no preocuparán a nadie, si Colombia se alza con la Copa América, esa copa que lo representará todo para 50 millones de esperanzas y nada, absolutamente nada, cuando se apague la radio o el televisor en nuestras casas; una pasión que morirá en el silencio de nuestra habitación antes de dormir, pero que explotará y se inflamará de nuevo cuando nos encontremos en la mañana con la gente en el ascensor, o cuando comentemos los resultados en el paradero del bus o en el trabajo.

Adenda. La final de la Copa América en Estados Unidos es un capricho del destino, que se empeñó en darnos la oportunidad de poner las cosas en orden, Colombia victoriosa en Miami (ya no en Bogotá) contra la Argentina hoy campeona del mundo, la misma que despreció el torneo cuando se hizo en nuestro país en 2001, quitándole lustre a nuestro único título continental.   De esas dimensiones puede ser la cosa. Alá es grande.

miércoles, 19 de junio de 2024

Miscelánea - La salud en el país del nunca acabar

 


Por James Cifuentes Maldonado

 

En Colombia el escenario noticioso es un permanente deja vu y entiende uno porque la gente se cansa y pierde el interés por informarse. En el plano nacional no pasamos del tire y afloje entre el gobierno Petro y la oposición empeñada en hacerle la vida a cuadritos, bloqueando todas las reformas entre ellas la más problemática, la reforma a la salud que mantiene la polarización entre derecha e izquierda; unos defendiendo el modelo actual de las EPS y los que se empeñan en centralizar los servicios de salud en los entes territoriales, en un esquema zonificado para garantizar la cobertura universal.

Podría uno decir que ambos extremos tienen la razón, los primeros, porque los empresarios privados pueden tener un mejor criterio para administrar los recursos, lo que pasa es que ellos no lo hacen gratis, deben tener utilidades y eso le fastidia a los progresistas, y por  otro lado los que propenden por un modelo comunitario o de médico familiar a cargo de los municipios, en el que se elimina la intermediación y, en teoría, rinde más la plática, pero con una predecible ineficiencia, porque lo que es de todos es de nadie, refiriéndonos a la pésima fama que tienen los entes públicos como administradores. 

Deberíamos encontrar entonces un punto intermedio, porque el sistema de las EPS ya lleva en práctica más de 30 años, ha evolucionado y ya sabemos qué modelos son dañinos, como el de SaludCoop y los que deben mejorarse y mantenerse como el de SURA. De otra parte, es innegable que existen territorios del país con menos oportunidades, donde la salud es un calvario, porque los usuarios tienen que desplazarse a centros urbanos de mayor tamaño, siendo claro que el Estado tiene que llegar igual donde haya mil pacientes o donde haya uno.

No vivimos en Suiza, pero tampoco somos Haití; es necesario dejar la pugnacidad que pretende destruir al oponente, desviándonos del objetivo principal que debería ser mejorar lo que ya tenemos y no enfrascarnos en el bloqueo, posponiendo la decisión para volver a barajar y repartir en las próximas elecciones. Entiende uno porque Petro se impacienta y hace insinuaciones de reforma constituyente que luego recoge con la misma rapidez con la que lanza mensajes confusos que ponen a botar corriente a la oposición y a los medios. No tenemos un país político a la altura de las circunstancias democráticas, sino que seguimos en la idea de que cada corriente ideológica aplique su modelo a sangre y fuego; a nadie le sirven las propuestas que no sean las suyas.

A propósito de los vientos de ultraderecha que soplan en Europa, algunos creemos que el atraso de los países subdesarrollados frente a los del "primer mundo" puede estar entre unos 20 o 40 años, quizás 50, si nos comparamos con los países nórdicos; lo triste es que en regiones como Suramérica, es posible que nos demoremos todo ese tiempo para llegar al nivel de conciencia que los europeos tienen sobre los males presentes de su sociedad, los riesgos del nacionalismo y la ultraderecha y el desvanecimiento de los principios democráticos. El futuro es azaroso en esa combinación de retroceso de la política como ciencia, atrapada en la espiral vertiginosa de las nuevas formas en que la gente se comunica, se informa y toma decisiones, al vaivén de las pasiones.

Miscelánea - Armar el Equipo, El primer gran reto de una administración

 


Por James Cifuentes Maldonado

 

El primer semestre de cada administración es un tiempo que la opinión pública y los distintos estamentos se toman a modo de espera, para que el nuevo gobernante consolide su equipo (lo cual no es fácil), para que complete las herramientas de gestión, dentro de ellas la más importante, el Plan de Desarrollo, y, en general se acomode dentro de las realidades heredadas y las iniciativas (promesas) que apalancaron su campaña.

Tenemos la tendencia simplista a pensar que el equipo de un alcalde son los jefes de cada despacho y los de los organismos del sector central, error; en ese componente, que tiene la inercia y la vida propia que le dan los acuerdos políticos que posibilitan ganar las elecciones, filtrar y depurar los que son y los que no son se torna lento y bien difícil en la medida en que se va adelgazando la cadena y los puestos a repartir son, en apariencia menos relevantes, porque, siendo muy importantes los alfiles para la gestión, sobre todo en el componente estratégico,  la realidad es que los que hacen, los que construyen y llevan a buen destino una administración son los del nivel raso, los operativos, entiéndase los funcionarios de planta, los trabajadores oficiales y, el más sensible de todos, los contratistas; porque, han de saber los lectores que gran parte de la misionalidad en las diferentes secretarías, diría yo en un 70%, es soportada y ejecutada por contratistas, con todo lo bueno y lo malo que ello implica.  El hecho es que, con cada inicio de gobierno, toda esta gente constituye una gran Torre de Babel, por las diferencias y la multiplicidad de intereses que se combinan y hacen bien difícil poner a remar a todos para el mismo lado.

Luego de conformado el Equipo, en el cual no hay cama para tanta gente y obviamente son muchos los descabezados, se viene la producción, el gobierno de verdad, que no se agota con los videos y los anuncios, sino que se adelanta a través de los planes, programas y proyectos consignados en el Plan de Desarrollo y que se llevan a cabo mediante el indicador más duro de todos, el de LA EJECUCIÓN, que se ve de una forma cuando se está afuera del gobierno y que se ve de otra muy distinta cuando el administrador es uno.  Para ejemplo un solo botón, el gobierno de la Colombia Humana, al que tanto le ha costado formular proyectos y ejecutar obras.

En la transición de un nuevo gobierno también juega el tema de la imagen, que suele estar bien arriba en los primeros meses y luego va cayendo, cuando la sensación va pasando y vamos aterrizando en el hecho de que las dificultades, las problemáticas y los retos prácticamente son los mismos que en los gobiernos anteriores, al igual que los recursos, por regla general esquivos y escasos.

En el caso del alcalde de Pereira, lo que se percibe es que el optimismo se mantiene, que sigue teniendo el favor y la esperanza de la gente, que ha venido entendiendo que el estilo disruptivo de Mauricio Salazar, de involucrarse conversando con los habitantes de calle, haciendo parte de los operativos de seguridad ciudadana o de las intervenciones de la Secretaría de Salud en los establecimientos de comercio, no son flor de un día y por el contrario reflejan el talante y el sello propio con el que podremos seguir contando.

miércoles, 5 de junio de 2024

Miscelánea - Cuelga tu


Por James Cifuentes Maldonado

 

La tecnología revolucionó el uso del teléfono, pasando de la modalidad fija a la móvil hace unos 30 años, con una mayor disponibilidad de los usuarios y la inmediatez de la comunicación.

Lo normal antes, si a uno lo llamaban al celular, salvo que se tratara de avanzadas horas de la noche o de la mañana, era que uno contestara, porque conversar en tiempo real o sostener un diálogo de viva voz era lo más eficiente, en tanto los mensajes cortos de texto no eran una buena opción;  luego apareció el pin de BlackBerry y posteriormente el WhatsApp, que permitieron comunicaciones de texto simultáneas, en las cuales luego se pudieron compartir archivos con contenidos audiovisuales; una maravilla para comunicarnos, para entretenernos y, lo que creo más importante, la utilidad y el impacto que ello significó en términos de productividad en el ámbito laboral,  con la segunda gran revolución luego de la movilidad, la interacción a través de los grupos; hoy por hoy un usuario promedio puede pertenecer a unos 10 o 20 grupos de WhatsApp entre familiares, de amigos y de trabajo. 

A donde quiero llegar con esta disertación no es al hecho de lo mucho que ahora se puede hacer con el teléfono móvil y con las aplicaciones sino a lo mucho que dejamos de hacer, ya que irónicamente, pudiendo dialogar más ya no lo hacemos tanto. Según el diccionario dialogar significa comunicarse con palabras, hablar, conversar, platicar, charlar, departir, parlamentar; pero resulta que ahora la gente no habla, no conversa, no dialoga, con el placer y la claridad que ello conlleva; no, ahora la gente, cuando no se envía mensajes de texto, se envía audios.

Hacer llamadas de audio por la red de telefonía y aún por las aplicaciones como WhatsApp, que dicen son más seguras, son prácticas en vía de extinción; en su lugar, quizás por la aparente comodidad de que la comunicación no tiene que ser continua, ya que entre audio y audio pueden pasar minutos, horas y hasta semanas, la gente se comunica a través de grabaciones de voz. Aparentemente esa forma de comunicarse, muy utilizada por los jóvenes, es funcional y es inofensiva, sin embargo llamo la atención sobre los riesgos.

Intercambiar audios de manera indiscriminada y descontrolada, sin considerar la posibilidad del mal uso que nuestros interlocutores hagan de esos audios, es peligroso, máxime cuando las grabaciones pueden darse en estados de animosidad, de alteración y se dicen cosas altisonantes, agresivas, indiscretas o incluso ofensivas o hirientes no solo para los destinatarios directos del audio sino para terceras personas que en principio no hacen parte de la “conversación” a los que luego les pueden compartir esos audios, incluso editados.  En muchos casos hay un exceso de confianza y una gran imprudencia al sostener comunicaciones a través de audios. 

En materia de comunicaciones los códigos sociales han cambiado, cada vez llamamos menos por teléfono, porque eso se ha vuelto exótico, muy raro y hasta mal visto; ya no es normal o natural simplemente marcar el número para hablar, para dialogar de manera expedita, porque corremos el gran riesgo de molestar y ser inoportunos, por esa razón ha hecho carrera que si uno quiere hablar con alguien debe primero ponerle un mensaje consultándole si se puede. 

A esto hemos llegado. En un futuro ya no habrá más “cuelga tu … no, cuelga tu”.

 

  

miércoles, 22 de mayo de 2024

Miscelánea - Grande Nairo

  


 Por James Cifuentes Maldonado
 
 
Hace 14 años descollaba la figura menuda y el nombre desconocido de Nairo Quintana, dentro del firmamento de estrellas del ciclismo en el que ya Colombia se había convertido desde los años 70, con referentes tan importantes como Martín Emilio Cochise Rodríguez, Alfonso Flórez, Martín Ramírez, Francisco El Pacho Rodríguez, Fabio Parra, Lucho Herrera, Álvaro Mejía y Santiago Botero, por mencionar sólo los nombres que así rápidamente se me vienen a la cabeza y que iniciaron toda esta senda de triunfos para nuestro país, que sigue siendo reconocido como la tierra de los "escarabajos", que saltan cuando el terreno se empina, que clavan su vista en la carretera y con su paso demoledor revientan las carreras, aflojando sólo a la llegada.
 
Hoy podemos concluir que ni la irrupción de Colombia en el ciclismo de élite ni las gestas de Nairo Quintana fueron casualidad.  Ya son más de 50 años de satisfacciones que el ciclismo, deporte costoso reivindicado por gente humilde, nos ha brindado desde cuándo Cochise se convirtió en el récordman de la hora en México en 1970, y desde cuándo llevamos el primer equipo a las carreteras de Europa a comienzos de los 80, primero a sufrir y luego a ser protagonistas permanentes, convirtiendo las carreras del viejo continente en festivales de alegría y montaña, dejando en el pasado los monólogos de las etapas planas. Con la llegada de los colombianos, el ciclismo mundial jamás volvió a ser el mismo, las prioridades en el cubrimiento de las carreras, la programación de las etapas, cada vez con menos llano y más trepada y la hegemonía de cada vez más ciclistas escaladores de todas las nacionalidades son prueba de ello. Varios ejemplos, empezando por el final: Tadej Pogačar, Jonas Vingegaard, Remco Evenepoel, Primoz Roglic y Mathieu Van del Poel, que nos ratifican que el eje del ciclismo actual es la loma, que las grandes vueltas se ganan y se pierden en ese terreno y, lo más importante, que fueron los escarabajos colombianos los que dictaron esa ley.
 
El pasado domingo,  luego de tocar la gloria, de ganar un Giro de Italia y  una vuelta a España, además del podio en el Tour de Francia, luego de haber descendido a los infiernos de un equipo que ya no lo quería, de gente que lo despreciaba y luego de la desgracia del tramadol, donde fue víctima de todo y culpable de nada, Nairo Alexander Quintana Rojas, nos volvió a mostrar la inmensidad de su nombre, arrojándose con la valentía que lo caracteriza a tratar de evitar lo inevitable, que Tadej Pogačar se alzara con la etapa reina en la actual versión del Giro de Italia.  Nairo con su palmarés de dos décadas, con su cuerpo amellado y sus fuerzas disminuidas de tanto correr y de darlo todo, esta vez no alzó los brazos en la meta, donde llegó segundo pero como primero del resto, después del fenomenal esloveno, bajando su cabeza pero elevando su alma, en un ejercicio de tenacidad y sobre todo de dignidad, cuando ya muchos creían su gloria desvanecida y sus logros olvidados.
 
Adenda. Grande el Pereira, más huracán que nunca, el pasado Domingo en Barranquilla, aunque los periodistas le quieran bajar la caña y den por finalista al Bucaramanga, que no me disgustaría; ahí está el Depor, a punto de dar el zarpazo y disputar su segundo título. Yo no lo creía luego de ver la pintada de cara que nos hizo Fortaleza, pero, eso es lo bonito del fútbol.

miércoles, 8 de mayo de 2024

Miscelánea - Esta ciudad si es mía.


 

 

Por James Cifuentes Maldonado

 

 

Me cautivó el título de una columna de Luis García, “usted se cree dueña de la ciudad”, derivada de una respuesta que Amparo Jaramillo habría dado en un auditorio a una persona que, al parecer, le hizo la pregunta con sorna o quizás con reclamo social, tal vez por la autoridad, el sentido de pertenencia y sobre todo la pasión que la señora Jaramillo siempre muestra cuando habla de Pereira, de sus planes, de su desarrollo y de su realidad.  Y no es para menos; como solía decir mi abuela “mijo, el sentir es natural”, porque yo también me pongo arrozudo y no hay quien me pare cuando me toca hablar de mi terruño, literalmente con el mismo entusiasmo con el que me refiero a mi casa.

 

En términos románticos y literarios la ciudad, en este caso el municipio donde habitamos puede definirse de muchas maneras, pero aprovechando que ando repasando derecho administrativo, me pareció útil abordar la definición jurídica.

 

De acuerdo con la Constitución Política el municipio es la "entidad territorial fundamental" dentro de la organización política del Estado colombiano; concepto que los tratadistas Jaime Santofimio y Andrés Briceño sintetizan en que el municipio es una división político-administrativa establecida con el fin de ejercer en un determinado territorio y sobre una población, funciones de gobierno local, dentro de los parámetros, limitaciones y autonomía, fijados constitucional o legalmente. Señalan, además, que la condición que la ley le da al municipio como el primer ente territorial, lleva implícito “el reconocimiento del antiguo postulado municipalista, que pretendía encontrar en la Institución el vínculo directo entre el Estado y los ciudadanos. El punto de encuentro primario, inmediato o más cercano entre la población y sus instituciones”.

 

Dicen Santofimio y Briceño, que el municipio es “el lugar inevitable de todo ser humano en todos los instantes de su existencia. No existe persona que no habite un municipio y, por lo tanto, que dicho ente, como institucionalización inmediata del poder público, debe ofrecerle respuestas permanentes a sus necesidades como miembro de dicha comunidad”, agregan que “La identificación como entidad territorial fundamental, implica necesariamente la interrelación política permanente del hombre con el Estado, en procura de resolver problemas básicos de manera solidaria y armoniosa.”.

 

Hasta ahí lo teórico, que nos permite comprender que el municipio, nuestro vividero, en este caso Pereira, es un espacio y un orden de cosas que responde no solamente al imaginario o al compromiso o a la indiferencia de cada habitante, sino que además es una construcción social, jurídica y política que denota un conjunto de derechos y obligaciones, que legitiman y potencian el hecho de vivir en ese espacio regulado y controlado y no en el monte, de manera quizás más libre y silvestre, pero en todo caso menos segura y menos confortable.

 

Puede que sea grande o pequeña, que la habiten miles o millones y que esos habitantes hayan nacido en ella o provengan de otras partes, lo cual no importa, porque como dijo el poeta “uno no es de donde nace ni donde muere, sino de donde lucha”.


Entonces ¡sí, sin duda! esta ciudad es de Amparo Jaramillo, es suya señor lector, es mía, es de todos, y ello implica un gran orgullo y una enorme responsabilidad.

miércoles, 1 de mayo de 2024

Miscelánea - 1 de mayo de 2024

 


Por James Cifuentes Maldonado

 

Con el paso de los años, con la madurez que llaman, poco más o menos promediando los 45, llegan algunas cosas que, aunque sabíamos que llegarían, igual nos sorprenden, entre otras los achaques, las fatigas y las citas médicas, las ganas de leer lo que no leímos en toda la vida, la pérdida de interés por la rumba y paralelamente unas ganas permanentes de esta en casa y que lo dejen a uno quietecito en un rincón, escuchando siempre la misma música, haciendo maratón de series o viendo futbol.

 

En mi caso particular, aunque siempre he sido seguidor del equipo de la tierra, a veces como hincha de radio y otras como abonado, siempre lamenté no sentir la pasión y la alienación que uno ve en muchas personas en el estadio y que me despertaba envidia porque yo no reaccionaba igual cuando el Deportivo Pereira hacía un gol, mi corazón se alegraba, pero en mi rostro no se notaba.

 

Pienso que las personas que tienen sensaciones extremas, como el amor, el despecho, el cansancio de la actividad física, la fe religiosa, la pasión por la música o la afición a alguna disciplina deportiva, tienen muchas más posibilidades de experimentar la intensidad de la vida.   No digo que los demás no, pero si es más probable que con algún gusto delirante le encontremos el propósito a la existencia.  Ojo, no me he referido a placeres como el sexo o la comida, para no meterme en líos y tampoco he hablado de los vicios como el licor o el juego, los cuales no recomiendo.

 

Pero algo en mi cambió hace una década, se me metió el espíritu del futbol y lo que antes no era ahora es: me estreso, me emociono con las jugadas y me desbordo cuando mi equipo convierte, soy feliz toda la semana cuando ganamos y me deprimo dos y hasta tres días cuando perdemos.  

 

Debo confesar que llegué a sentir vergüenza por los nuevos niveles de mi pasión, porque consideraba que el futbol no era tan serio como lo hacen ver los periodistas deportivos, que era una banalidad y que no estaba a la altura de las actividades del intelecto.  Por eso y para sacarme la presión investigué un poco en las redes y encontré que el asunto no es tan trivial dentro de los círculos más encumbrados, por ejemplo, de la literatura. Como es tanto lo que hay, escogí las frases que más me gustaron, dos de aversión al futbol y dos a favor, se las comparto:

 

«El espectador de fútbol no hace incesantemente más que perder. Mientras los equipos juegan, pierde los nervios; cuando su equipo es derrotado, pierde la compostura y la decencia; pero si su tribu vence, él pierde la cabeza». Fernando Savater

 

«El fútbol despierta las peores pasiones. Despierta sobre todo lo que es peor en estos tiempos, que es el nacionalismo referido al deporte, porque la gente cree que va a ver un deporte, pero no es así». Jorge Luis Borges

 

"Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol". Albert Camus

 

"En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo". Eduardo Galeano.

 

Ahí dejo pues el tema, por estos días cuando el Deportivo Pereira se ha metido en cuadrangulares y nos ilusiona con una nueva estrella.  Sobre los rivales que nos tocaron en el grupo A debo decir que fueron los mejores, Junior y Millonarios de juego bonito y abierto, y Bucaramanga más táctico y menos estético, pero, en todo caso, un hueso duro de roer. 


miércoles, 10 de abril de 2024

Miscelánea - 100 días de "Primero Pereira"


Por James Cifuentes Maldonado

 

No pudo idearse una mejor frase para llamar a la conciencia sobre lo que puede hacerse en el arranque de una gestión; “Cuánto amor se puede demostrar en 100 días”.

 

En este mundo atravesado por el vértigo informativo, los noticieros quieren medirlo todo, incluso lo que no se puede medir o no tiene mucho sentido. Así, hemos llegado a la evaluación de los 100 días, cuando en ese corto tiempo quien llega a comandar los destinos de un territorio a duras apenas si se alcanza a acomodar, y mucho más cuando el relevo ha implicado un cambio sustancial de liderazgo, de casa política y de equipo ejecutor, como ha sido el caso de la Alcaldía de Pereira y de la Gobernación de Risaralda.

 

En 3 meses, en un giro de 180 grados, aunque los nuevos gobernantes empiezan a armar su equipo desde antes del empalme, es sólo a partir de la posesión cuando empieza a verse qué tan alto está el pasto y qué tan raspada quedó la olla. No es casualidad que los frentes que más rápidamente se abordan, en cualquier administración sean los relativos a la regulación de la vida ciudadana, tomar las riendas de todo lo que hay que controlar y que con el pasar de las administraciones, por las mismas dinámicas políticas y democráticas, se va relajando.

 

En relación con “esos mangos bajitos”, por ejemplo la convivencia, la vida nocturna, el tráfico vehicular, el funcionamiento de los establecimientos de comercio, el desarrollo constructivo, el uso del espacio público y, el más sensible y más taquillero, la seguridad frente a la delincuencia que nunca está de vacaciones, la alcaldía de Pereira ha logrado en este primer trimestre trascender la efervescencia normal de los primeros días y se ha mantenido decidida y consistente, con un alcalde que se ha puesto la 10 y se ha hecho omnipresente, asumiendo directamente problemáticas como el de los habitantes de calle y las invasiones a los bienes públicos. En esta labor ha contado con el respaldo de un secretario de gobierno conocedor de la materia y, el principal acierto, la retoma de la figura del alcalde nocturno que tanto nos quedó gustando desde los tiempos de Martha Elena.

 

Pero seamos sinceros, lo grueso, lo relevante, lo que cambia la historia de un territorio, inicia en el segundo semestre, cuando ya se tiene claridad sobre los recursos disponibles, cuando ya se han llenado todas las plazas en todos los despachos y fundamentalmente cuando ya se cuenta con un Plan de Desarrollo que oriente de manera estratégica y concreta las obras, los planes y los programas que se necesitan.

 

Por lo pronto, podemos decir que contamos con un alcalde comprometido, que le pica quedarse en su oficina, que se deja ver por las comunidades y que, en efecto, ha dado muchas muestras de amor por su ciudad, como lo prometió en campaña; ello se ha notado en el interés en la dinamización del turismo y las pequeñas economías, el impulso a las actividades de la Semana Santa y el fomento al emprendimiento en cabeza de las mujeres pereiranas.

 

Adenda. Gente, la Vía Activa no es una bandera de cada administración a la que respondemos o no según el gobierno de turno, la Vía Activa es un valioso escenario institucional de encuentro de la comunidad, cada domingo, para el desarrollo de actividades familiares y la promoción de hábitos de vida sana, ¡Ojo con eso!

miércoles, 27 de marzo de 2024

Miscelánea - El Dios mío

 

Foto tomada de: https://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/dia-mundial-naturaleza/


Por James Cifuentes Maldonado


Es natural, inevitable creer en Dios si, un día, cuando tuvimos un sueño por cumplir o el infortunio o la enfermedad tocaron a nuestra puerta, cerramos los ojos, apretamos los puños y pedimos con todas las fuerzas de nuestro corazón y lo pedido llegó, la mala hora pasó y la enfermedad tuvo remedio; sin embargo en esto hay algo que no entiendo, que no me cuadra ¿de cuál o de cuántos dioses estamos hablando? 

Yo pienso que necesariamente debe haber tantos dioses como creyentes,  porque carece de sentido que muchos pidan y que a unos les respondan y a otros no, o que un mismo Dios sea capaz de conceder a unos lo que por fuerza le tiene que negar a otros; de ser así, el Dios de todos sería un dictador arbitrario e injusto, ese que dicen que juega a los dados y sonríe socarronamente sentado en un trono en un rincón del universo. 

Entonces, yo sí creo en Dios, pero en el “Dios mío”, en ese al que agradezco cuando las cosas me salen bien o al que le pregunto ¿por qué a mí? si me salen al revés; ese Dios que invoco cuando estoy feliz, cuando tengo miedo o me impaciento, ese Dios al que le encomiendo mis hijos o en el que pienso cuando le pido la bendición a mi madre; ese Dios propio, fruto de mis súplicas y de mis deseos, que sólo vive en mi conciencia y por tanto sólo se ocupa de mí, para darme o negarme, para premiarme o castigarme, según mis méritos.  

Yo creo en “mi Dios” en ese que sólo decide mí destino y no tiene otros quehaceres ni compromisos, que no tiene que debatirse entre salvar a los israelíes y dejar morir a los palestinos; ese que no tiene que elegir si la guerra la deben ganar los rusos o los ucranianos; yo creo en ese “Dios mío” que jamás tiene dilemas ni predicamentos, porque sólo yo puedo orarle y pedirle, para mí o incluso intercediendo por otros; porque ese Dios y yo tenemos una línea directa, exclusiva, que no admite llamadas tripartitas ni cultos masivos, que no necesita operadora ni intermediarios; yo creo en ese Dios íntimo que no se fija en pasiones ni trivialidades como resolver si permite que gane el Medallo y que pierda Nacional, o que en la Champion clasifique el Real Madrid y que eliminen al Barcelona.

Yo creo en “mi Dios”, en ese que sólo me representa a mí, que no necesita ministros ni delegados, que no recauda diezmos, que no pide limosna ni mercadea estampitas ni trafica con indulgencias.   Creo en ese Dios que no está hecho a mi semejanza, porque no está fuera, porque en realidad está dentro, porque vive en mí, porque yo lo he creado como mi único tótem y a él me entrego como una hoja se entrega al remolino; en ese Dios confío cuando no tengo el control de las cosas, cuando se agotan las opciones y se acaban las respuestas.

Alguien me preguntará, y además de ese Dios a solas, que reina en la intimidad de cada quien, cuál es el Dios que está en todas partes, el omnipotente, el que lo domina todo, el que dicta los designios del cosmos y de nuestro planeta, y yo les diré que, en efecto, también reconozco a ese Dios, que también existe, que tiene nombre y que, hasta que haya una mejor verdad, es el que Baruch Spinoza llamó Naturaleza, a la que todos nos debemos, naturaleza de la que venimos y a la que vamos, por el destino cíclico y eterno de la materia.

miércoles, 20 de marzo de 2024

Miscelánea - Es fácil querer al Grande Matecaña

 


 Por James Cifuentes Maldonado

 

 

Mucho se dice que el Deportivo Pereira tiene una de las mejores hinchadas del país; es posible que no sea la más numerosa, por el tamaño de la ciudad, pero sin duda alguna que si es la más fiel y sobre todo la más agradecida. Y es que se tiene que estar muy motivado para ir a futbol un domingo a las 8:30 de la noche, que es el bonito horario que nos han programado en los últimos 2 partidos de locales, pero lo más sorprendente aún es que muchas personas empiezan a hacer el ingreso al estadio desde que abren las puertas a eso de las 4 de la tarde.  

 

El pasado domingo caminaba desde mi casa rumbo al Hernán Ramírez y pensaba que la ruta estaba muy sola, que casi no se veía gente, y me lo explicaba en el hecho de que Águilas Doradas, aunque es un equipo emergente con muy buenas campañas en los últimos años, quizás no sea el mejor gancho para asegurar una nutrida asistencia, pero, ¡oh sorpresa!, cuando subí a la gradería oriental pude notar que ya estaba casi llena, y en el estadio ya calentaban la garganta más 16 mil personas vestidas de amarillo y rojo.

 

La ocasión lo ameritaba, con un Deportivo Pereira sin perder en las últimas 9 fechas y disputando el primer lugar de la clasificación con Tolima, yendo de menos a más, después de iniciar la Liga I de 2024 con un empate y dos derrotas. Un motivo adicional era volver a ver a Leonel Álvarez parado en la raya luego del canazo de 6 fechas que le dieron por protestar los malos arbitrajes. 

 

Muchos temíamos que se rompiera el encanto y que el equipo cayera precisamente con el retorno de “El Tierno”; pero se repitió la historia, Pereira volvió a ganar, aunque hay que decir que debió afrontar uno de los rivales  más duros que le han tocado, que se plantó con una defensa férrea y le apostó al contragolpe y a los lanzamientos largos, de hecho, empezó ganando con uno de ellos en el minuto 15; 0-1 en el marcador, pero las tribunas no callaron y el equipo reaccionó como ha aprendido a hacerlo y rápidamente en menos de 4 minutos “el científico” Darwin Quintero le puso un balón como con la mano a Faber Gil, quien por la punta derecha y con dos soberbias gambetas rompió el cerrojo dorado y empató para alegría de todos.

 

Alguien me preguntará ¿qué tiene esta versión del Deportivo Pereira para que le esté yendo tan bien?  y le respondo, más de lo mismo a lo que ya nos estamos acostumbrando: muy buenas contrataciones, un puñado de hombres que lo dejan todo en la cancha y el respaldo de una hinchada que no para de alentar, ni siquiera cuando la cosa se pone cuesta arriba. Yo lo veo con más pinta de campeón que en 2022, con el nivel superlativo que le están dando el arquero Ichazo, Darwin Quintero, Andrés Ibargüen y “el acrobático Faber Gil.  En general el desempeño de todo el equipo titular se resuelve por lo alto, con un elemento adicional, tenemos recambio y nos estamos dando el lujo de cuidar y consentir en su recuperación al 9, a Gonzalo Lencina, que al parecer va muy bien, igual que la de Jhonny Vásquez.  


Se puede soñar con otro título señores, con la certeza de que si este equipo vuelve a torneos internacionales la va a romper, porque todas las virtudes y potencialidades que le vimos en el proceso con el Profe Alejandro Restrepo han evolucionado y se han llevado a la mejor expresión ahora con Leonel.