miércoles, 2 de agosto de 2023

Miscelánea - Somos así

 


Por James Cifuentes Maldonado 

 

Al cierre del mercado de divisas en Colombia este 1° de agosto de 2023, el Banco de la República reportó una tasa representativa de 3.898,48 pesos por cada dólar americano.  Para el mes de agosto de 2022 el dólar promediaba los 4.400 pesos y, para el mes de noviembre de 2022, la divisa tocaba el techo histórico de 5.061 pesos. 

Sin desconocer que existen variables externas que impactan nuestra moneda, como por ejemplo el precio internacional del petróleo o las decisiones que toma la Reserva Federal de los Estados Unidos, es un hecho que la estabilidad de nuestra economía depende en gran medida de nosotros mismos.   

La fluctuación del dólar en el último año, que coincide con lo que va corrido del gobierno de Gustavo Petro, lo que refleja es la inestabilidad artificial que resultó inicialmente de la incertidumbre sobre el talante, democrático o no, que tendría el primer gobierno de izquierda en este país y, luego, del ruido que desde algunos sectores se ha hecho para deslegitimarlo, para que fracase y con ello recuperar el espacio perdido en las pasadas elecciones.  

Con el dólar como está, muy cercano al precio ideal, el que nos conviene a todos, a importadores y a exportadores, a los que hacen turismo en el exterior y a los extranjeros que nos visitan, con una tasa de desempleo de un solo dígito, con la canasta familiar a la baja y la inflación cediendo, hoy está claro que Colombia tiene una institucionalidad a toda prueba, que ha superado no solamente el conflicto interno de más de 60 años, sino que además ha asimilado muy positivamente la llegada de un guerrillero desmovilizado y del progresismo a la Casa de Nariño.  

Está claro que, gobierne quien gobierne, la extrema derecha o la extrema izquierda, Colombia tiene una imagen de sí misma y una identidad muy fuerte como país, como estado y como nación, aun con la innumerable lista de problemas que nos atormentan y que no nos permiten ser una mejor sociedad.  

El proceso de paz  que significó la desaparición de las FARC, cuyos representantes hoy le siguen apostando a la política como fórmula de cambio, los devaneos del ELN que incrementa la intensidad de sus ataques, en un intento por hacerse ver más grandes de los que son y ganar capacidad de negociación, además de los coqueteos de las bandas criminales para fijar las condiciones de su sometimiento, son una prueba fehaciente de que Colombia está bien lejos de una revolución y de un escenario como el de Venezuela que tanto nos pintaron con horror y exageración, solo para cerrarle el paso a otras alternativas y a otros estilos de gobierno.  

Señoras y señores, en menos de una semana Gustavo Petro cumple un año al frente de los destinos de Colombia, y aquí estamos; no podemos decir que somos mejores o peores. Gaviria tuvo su “Catedral”, Samper tuvo su proceso 8000, Santos y Duque su Odebrecht y ahora la “Colombia Humana” no desentona con las finanzas opacas de Nicolás y Daysuris. Aunque algunos de los que gobiernan son distintos, hemos visto mucho de lo mismo que en los gobiernos anteriores, el mismo narcotráfico, la misma violencia, la misma corrupción, las mismas torpezas, la misma tozudez con funcionarios ineptos y mucho de los mismos escándalos, lo cual confirma que, al margen de las ideologías y de los colores, no hay más, simplemente somos así. 

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