miércoles, 9 de agosto de 2023

Miscelánea - Humberto Restrepo P.


 

 Por James Cifuentes Maldonado

 

 

Gracias muchas por benevolencia tanta” y “Más tiene Dios para darnos que nosotros para pedirle”. Eran dos de los dichos que le escuché a Humberto Restrepo, en las reuniones familiares, con ese espíritu y ese genio bonachón que le caracterizaba. No volví a verlo desde antes de la pandemia, pero, como a todos esos amigos que no se frecuentan pero que se llevan en el corazón, nunca lo olvidé; preguntaba por él a sus hijos cuando me los encontraba. Humberto, aunque fue un roble ya acusaba algunos de los males que suelen ser comunes a los ochenta y tantos años. 

 

Para esta Miscelánea me disponía a dar mis apreciaciones sobre el escándalo de Daysuris y Nicolás Petro, pero como ese será tema recurrente en los próximos 3 años en este país y habrá muchos que lo comenten mejor que yo, cambié de parecer y me decidí por algo más útil, honrar la memoria de un viejo amigo que se fue a la eternidad. Se llamaba Humberto Restrepo; cuando se presentaba levantaba la voz para reivindicar con ahínco y orgullo su segundo apellido, Peláez. 

 

Era una delicia compartir con ese Señor a quien conocí cuando ya trasegaba la segunda mitad de su vida, por eso el recuerdo que tengo más claro era su estatus de pensionado y de "desocupado", cuando su prole ya se había emancipado y dedicaba la mayor parte de su tiempo en hacer mandados, en jugar cartas con su amigo Artemo y en consentir y acompañar a su negrita, a María Ruby, su señora, que se fue de su lado y de este mundo prematuramente.  

 

Humberto vendría a ser algo así como mi tío político, porque era esposo de la tía de quien para la época era mi pareja; mejor dicho, no éramos nada, pero en su momento fuimos todo; era el veterano con el que me igualaba en tragos y charlas y quien con tono serio me llamaba la atención apuntándome con el dedo oscilante y diciéndome “más restrepito”.  

 

Humberto Restrepo Peláez podría ser un viejo más que se murió, pero no lo es; era el prototipo de esposo y de padre, tierno, cariñoso y comprometido, muy extraño en las generaciones de antaño tan proclives al machismo, al descuido y a la desconexión con la familia. Debo decir que nunca vi a un hombre querer tanto a su mujer ni a unos hijos conectarse tanto con su padre. Dentro de sus muchas anécdotas recuerdo la de cuando estaba llenando un formulario en un banco y le preguntaron los nombres de sus hijos y una y otra vez repasaba: Cesar, Alberto, María Teresa, Julián, Guillermo y “El Negro”, sin recordar cómo diablos era que se llamaba El Negro; tuvo que llamar a la casa para que le recordaran que El Negro se llamaba Hernando, vale anotar que Hernando no entiende por ese nombre y casi nadie sabe que se llama así. 

 

Entre triste y gustoso pude acompañarlo a su despedida, una misa sentida en la Iglesia María Reina del Barrio el Jardín de Pereira, donde Humberto era muy reconocido y apreciado; el cura se refirió a él y a su esposa como si fueran parceros y, luego de hablarnos sobre la tienda de campaña que es la vida terrenal, nos invitó a imaginar lo que le diríamos a nuestros seres queridos si pudiéramos saber con antelación cuándo se van a morir.  

 

De Humberto podrían decirse tantas cosas, pero termino con la mejor, amaba al Deportivo Pereira, y eso agota toda discusión. 

2 comentarios:

  1. JAMES. DE CORAZON AGRADEZCO ESTAS PALABRAS, EN MI NOMBRE, EL DE MÓNICA Y MIS HERMANOS. SON MUCHÍSIMAS LAS PERSONAS, AMIGOS Y FAMILIARES QUE LO LLEVARAN EN SU CORAZÓN POR SIEMPRE.
    GRACIAS

    ResponderEliminar
  2. Lucy Lopez : James me transportaste varios años atrás cuando todos disfrutábamos de la agradable presencia de Humberto mi siempre querido BALÍN cómo solía llamarlo y Ruby. Bellos tiempos que no volverán pero siempre estarán presentes en nuestros recuerdos. Te quiero mucho amigo mío 🙏💋

    ResponderEliminar