miércoles, 8 de marzo de 2023

Miscelánea - Mujeres

  


Por James Cifuentes Maldonado 

 

 

El 8 de marzo se conmemora una lucha que no ha debido ser: la reivindicación de los derechos civiles de la mujer, de la mujer trabajadora; porque, por increíble que nos parezca ahora, situados en la modernidad, el empoderamiento, el protagonismo y el liderazgo de las mujeres de hoy, hace apenas un siglo era impensable.  

 

Hay que tener claro el verdadero sentido de la fecha, aunque por motivos comerciales y románticos se haya vuelto la extensión del día de San Valentín, propicia para regalar rosas y chocolates, poniendo de presente que me parece bien; ya no peleo con eso como lo hice hace 8 años cuando escribí la primera versión de esta nota que hoy reconsidero.  

 

En el fondo de mi razón, que no de mi corazón, me sigo resistiendo a esa corriente de pensamiento desde cuya perspectiva se ve a la mujer como un ser "especial", enfatizando en las comillas, como si fuera desvalida, con una connotación eminentemente sexista, de particular consideración.  

 

Bajo esta visión, hasta mediados del siglo pasado, que no hace mucho, se tenía a las mujeres como un grupo de seres discapacitados jurídicamente hablando, inhábiles para ejercer derechos económicos y políticos, lo cual, por suerte, cambió de la mano de la democracia. Aunque el actual estatus de las mujeres constituya sin duda una conquista social, yo me siento extraño haciendo tal afirmación, ya que no se trata de un botín ni de un regalo, no es una condescendencia, es un mínimo natural y obvio que todas las sociedades deben tener.  

 

Yo no creo que la mujer sea, por principio o por definición, débil y vulnerable, como en la práctica termina haciéndolo parecer el despliegue mediático y del comercio, y por eso me cuesta asumir el 8 de marzo como un evento de un día, como una mera fecha en el calendario en el que las mujeres tienen su reconocimiento y su espacio, cuando en la realidad es que ellas son todo, como dadoras de vida, como motor de la familia y como arquitectas de la sociedad.   

 

Destinar un solo día para conmemorar unos, y celebrar otros, la importancia y el valor de las mujeres, es un contrasentido, un absurdo en el que yo mismo incurro al escribir estas líneas, es perpetuarnos en su discriminación, porque no es necesaria una apología de la mujer.  

 

En el continente que nos ha tocado nacer, por fortuna, creo yo que las mujeres tienen su lugar y su espacio plenamente reconocido, por el avance de la civilización y por el terreno que se le ha ganado a la ignorancia manifestada en la cultura machista de nuestros ancestros. Ruego para que la apertura y la consciencia sobre la dignidad de la mujer y el respeto que hoy le profesamos en occidente llegue a otros confines del planeta donde pareciera que el tiempo se detuvo, países en los que, desde niñas, las mujeres siguen siendo víctimas de brutalidades y vejámenes en el nombre de Dios, la política y la fe.  

 

Mujeres, no son una costilla, no son de barro, no son la primera ni la última, no son un complemento, no son un milagro, no son una fiesta, no son una flor, no son una canción, no son un poema, no son una frase, no son un predicado, no son una ley que pretende reivindicarlas, nivelarlas o protegerlas, … simplemente son … y nosotros, los hombres, no somos la otra mitad, simplemente somos, por ellas.  

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