jueves, 2 de marzo de 2023

Miscelánea - Una generación explícita


Por James Cifuentes Maldonado 

 

Las canciones, según la época, cantan el sentir popular, dan la idea de cómo era o cómo es el mundo en un momento dado; no se trata solo del ritmo de moda, se trata de lo que la gente quiere decir, canalizado por los autores y los intérpretes, con letras y estribillos que a muchos pueden llegar a incomodarnos, que nos llevan resistirnos y a no querer escuchar un determinado género, lo cual, valga la redundancia, solo es atribuible precisamente a la brecha generacional.  

 

La música es una de las tantas dimensiones que con el tiempo, cuando vamos entrando en años, van definiendo lo que en verdad somos, cómo nos comportamos y lo que esperamos de las personas que nos rodean, cuando nosotros ya hemos trasegado y hemos visto el mundo desde la ventana del pasado y nos abruma y nos indigna como se ve el futuro en la ventana del presente.  

 

Volverse viejo es entender lo tradicional; en el último tercio o cuarto de la vida abrazamos la moral, nos acordamos de Dios y por fin entendemos eso de ser godo que nos parecía tan increíble; en este último tramo nos radicalizamos en la concepción de lo artístico y sentenciamos que sólo es arte lo que nos gusta a nosotros, que generalmente está anclado a los momentos más intensos y felices de nuestro pasado, de lo cual la música es el más claro ejemplo 

 

Hace tiempo he venido buscando un rótulo para la forma en que las nuevas generaciones se comunican y creo que lo he encontrado; la actual es la sociedad de lo explícito. De hecho cuando navegamos en aplicaciones como Spotify nos topamos con canciones que llevan advertencias de tener contenido de ese tipo, explícito, y entonces uno se pregunta ¿y eso qué significa?  

 

La respuesta la encontramos en las letras de algunas canciones modernas, como ésta que cantan Becky G en colaboración con Bad Bunny:  

 

(…)  

A mí me gusta que me traten como dama … Aunque de eso se me olvide cuando estamos en la cama … A mí me gusta que me digan poesía … Al oído por la noche cuando hacemos groserías … 

(..)  

A mí me gustan más grandes … Que no me quepa en la boca … Los besos que quiera darme … Y que me vuelva loca … 

(…) 

 

Un fenómeno similar sucede con el cine y la televisión, en los cuales ya no se escatima en lo gráfico, y eso en principio nos choca; en una serie brasileña llamada Mirada Indiscreta, disponible en Netflix, se da una escena de sexo entre hombres que jamás había visto, y en la serie mexicana Señor Ávila, de HBO, me sobrecogí viendo a dos jóvenes descuartizando a su víctima intentando ocultar la evidencia de su crimen.  

 

Entonces ¿Qué hay con lo explícito? ¡Pues nada!, la cuestión con las canciones no son sus letras, ni el problema de la televisión son sus imágenes crudas; el detalle consiste en entender que todo lo que dicen y muestran es real, que en verdad sucede, como el sexo entre una niña y un viejo o la violencia de los descuartizados o de una joven muerta y empacada en una maleta, así no lo queramos oír ni ver.  

 

Al son de las canciones de moda y bajo la lente de las películas de hoy, la vida y el mundo no son mejores ni peores; los jóvenes lo tienen claro y por eso llaman las cosas por su nombre, casi nada los impresiona y muy poco los enternece, por eso “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”.  


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