miércoles, 6 de mayo de 2020

MISCELÁNEA – Lo mismo que antes


(Ilustración de Juan Antonio Gómez)


Por James Cifuentes Maldonado


En las circunstancias que afrontamos actualmente, en la desesperanza que vino a alterar la vida de miles de millones de personas, mantenerse bien informado es una premisa imposible; estamos envueltos en un permanente torbellino de noticias, muchas de ellas ciertas y muchas falsas, siendo que estas últimas en parte obedecen a la mala intención de algunos oportunistas, pero también se derivan de la angustia  y del deseo de muchas personas de que las cosas puedan volver pronto a su curso habitual, que todo, para el caso de Colombia,  vuelva a ser como era antes del mes de marzo.

En las últimas semanas he venido esforzándome en tratar de abordar el asunto del COVID-19 desde otras perspectivas, con la presión de no volverme monotemático, como se han vuelto todos los medios de comunicación, como se han vuelto casi todos los columnistas. Pero es imposible no seguir encasillado en lo que de verdad interesa: el condenado virus, que nos tiene postrados. Es posible que el mismo aislamiento, salvo por lo que se ve en las redes sociales, donde la gente igualmente hace esfuerzos para hablar de otras cosas, con bromas, chistes, memes y hondas reflexiones, para mostrar la mejor cara de la pandemia, nos haya hecho perder el contexto y cada uno en su propio  encierro esté rumiando su tranquilidad o su drama.

Antes, muchos considerábamos que teníamos un mundo horrible, por lo injusto en el reparto de los bienes y de las oportunidades; por el hambre, por la ignorancia; una sociedad mezquina, por la voracidad del monstruo capitalista; unos sistemas y unos líderes perversos, por los horrores de la guerra y repugnantes, por los alcances de la corrupción.  Pero resulta que ese mundo al revés es el que queremos volver a tener; luego de averiguar cómo sería si se detiene, clamamos para que vuelva ser, por lo menos, igual que antes.

Que los desposeídos puedan rebuscarse el sustento diario en la informalidad, ya que el gobierno no está en condición de asegurarles mercados de 30 mil pesos indefinidamente; que los desamparados empresarios puedan poner sus máquinas a funcionar, que los “pobres” banqueros puedan rentar el dinero que gira en la rueda de la usura; que muchos de esos males necesarios vuelvan, para que el mundo no se convierta en un infierno, en medio de la cuarentena que protege, pero que a la larga mata.

Presidente, bienvenida la decisión de abrir la economía; arriesgada pero imperativa.  Ahora la responsabilidad está en las manos de todos y cada uno de los colombianos, literalmente.

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