Por James Cifuentes Maldonado
Como lo planteó Alfonso Cuellar, en reciente columna
en SEMANA, con el COVID-19 estamos frente a un mal “sin vacuna y sin expertos”,
cuyo precario manejo ha consistido en que los gobiernos de todas las latitudes han
ido tanteando el terreno, dando pautas con fórmulas de ensayo y error,
estirando y contrayendo el acordeón, tal y como lo dispuso el presidente Duque,
con la “cuarentena inteligente”.
Es difícil persuadirse y darle rienda suelta al miedo prácticamente
de oídas, sin encarar el mal, como se encara un terremoto o un ciclón, que
aunque nunca deseados, serían “preferibles” y no tener que lidiar con un
enemigo silencioso e invisible, sin más remedio que atenernos ciegamente a los
noticieros, que en vez de llevarnos a la certeza nos conducen a especie de fe, dando por hecho que los motivos para temer
sí existen, aunque propiamente la pandemia y su realidad no nos consten, como
lo ha considerado Diego Firmiano en su artículo “Coronavirus y terror”. https://www.diambulos.com/ese-miedo-irracional-al-virus/
Porque las proporciones no son arrolladoras, no cuadran,
y las evidencias, por ejemplo en Colombia, aparentemente no se ven; porque 4
millones de contagiados y 300 mil muertos, a la fecha, en un planeta de casi 8000 mil
millones de almas, no son la medida de la hecatombe que nos dicen que nos está sucediendo;
de tal forma que seguimos sin convencernos del todo y no podemos evitar
deslizarnos hacia teorías conspiratorias, porque aún no hemos podido meter el
dedo en la llaga, porque aun no vemos los muertos apilados en las esquinas ni
los hospitales cercados con ambulancias, que no saben a dónde llevar los
pacientes, sin embargo, nos siguen diciendo que el monstruo está ahí, y no
tenemos ninguna razón para no creerlo, porque los medios de comunicación y las
autoridades no nos dan tregua.
El monstruo
está ahí y nuestro miedo es directamente proporcional a nuestra impotencia y a
nuestra ignorancia, que nos arrinconan en el encierro. El monstruo es monstruo,
no por su tamaño y su poder, sino porque a estas alturas aún no sabemos cómo ni
de dónde salió y porque, de momento, la defensa más segura que tenemos es distanciarnos
y escondernos.
Frente a la crisis mundial que se ha generado nadie
sabe lo que viene, porque lo único cierto es que no ha terminado de pasar. Así como nos ha tocado dar por cierto el
miedo, en una dimensión que nuestros cuerpos no han alcanzado a sentir y, así, asumir
la peligrosidad del virus, hoy nos toca simular
la confianza que nada ni nadie nos dará, para convencernos de que ya debemos
salir, porque la economía tiene que volver a fluir, y poner nuestras vidas en
las manos de quienes adoptaron unos protocolos y juraron aplicarlos y cumplirlos,
así no existan las condiciones ni los recursos que den garantía de ello, lo que
una vez más nos deja en el terreno, no de la verdad, sino de la fe, pero a eso
ya estamos acostumbrados.
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