(foto tomada de La Silla Vacía)
Por
James Cifuentes M.
Pasados
10 días, desde cuando el Gobierno Nacional empezó a tomar medidas serias para
contener la propagación del COVID-19, son varias las reflexiones que surgen,
muy preliminares, porque esta debacle apenas comienza.
Aunque
se discute si las acciones fueron oportunas o tardías, en particular la del
cierre de aeropuertos, la más compleja, por las implicaciones que tenía y sigue
teniendo para muchos compatriotas que quedaron atrapados en el extranjero, con
el legítimo derecho de retornar a su país, lo cierto es que nuestras
autoridades reaccionaron y han venido haciendo lo que tienen que hacer.
El
domingo 15 de marzo amanecí pensando que era inminente la suspensión de clases y,
preocupado por mis hijos, me senté al pie de la radio hasta que la decisión fue
anunciada al caer la tarde; una angustia menos, porque no hay un lugar más propicio
para la propagación de un virus que una escuela.
Lo
que seguía era retardar al máximo la cadena de contagios, aplicando el
denominado “distanciamiento social”, algo muy difícil en un país de gente tan cariñosa
y tan dada al contacto físico; particularidad muy latina, que en parte explica
el desastre en Italia, donde la besadera y la abrazadera es canalla.
Para
entender por qué nos demoramos 15 días para entrar en cuarentena, me fue muy
útil ver la película Virus, que recrea parte de la experiencia de una ciudad
coreana con un brote de gripa aviar. Es muy incierto para los gobernantes tomar
decisiones en caliente, para defendernos de un enemigo invisible. Eso les pasó
a los políticos de la película, que vinieron a reaccionar cuando todo estaba
fuera de control.
Los
gobernantes son los primeros responsables de la prosperidad de un pueblo, para
eso los elegimos y, por consiguiente, afectar la producción para proteger la
vida, cuando todavía no hay muertos, así los haya en otras latitudes, es muy
verraco, en términos institucionales. En retrospectiva, me pongo en el lugar
del Presidente y comprendo su vacilación.
Pero
la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, más pantalonuda que todos, dio pasos
audaces que emularon otros alcaldes como el de Pereira, que se atrevieron a
decir “acato pero no comparto” y se la jugaron con el simulacro, dejando a Iván
Duque contra las cuerdas, obligándolo a moverse, entendiendo que el desastre
económico ya es inevitable y que más vale salvar la gente,… para volver a
empezar.
Adenda.
Mientras tanto, en casa, en el aislamiento, las familias estamos condenadas a
cuidarnos y a querernos, así sea por decreto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario