Por
James Cifuentes Maldonado
Me referiré a un artículo de Luis Fernando Ángel Moreno, en Tiempo Digital, un
medio hondureño, en el cual de manera cruda y con un realismo que desgarra, se nos
brinda una visión distinta sobre lo que es y lo que representa la Economía en
la vida de todos los seres humanos, desde aquellos que dominan el ajedrez de
los negocios y las finanzas, pasando por los ciudadanos promedio, como yo, que
somos meras fichas en el tablero, hasta aquellos que ni siquiera cuentan porque
no tienen nada. Nos hace ver que la Economía,
que hoy está en jaque, es un interés y entraña un riesgo que va más allá del
simple hecho de que los ricos se vuelvan pobres, porque la Recesión puede ser un
monstruo quizás más grande que la misma pandemia, por el caos y la violencia
que puede llegar a desatar.
Precisamente,
esta semana yo reflexionaba que en Colombia la medida de mayor impacto, la
única que depende de nosotros, ya la tomamos, El Aislamiento, mientras pasa lo
que tiene que pasar, para entender cómo se comporta el virus en nuestro medio,
en nuestra idiosincrasia folclórica e indisciplinada. Si las cifras hasta ayer
son fiables, parece que la cosa no es, o no sería, tan desastrosa; aunque 46
muertos, mediatizados y amplificados minuto a minuto por las redes sociales y
los noticieros ya son un desastre, que paradójicamente se nos muestra más
grande que el que diariamente se da en el mundo por patologías comunes o por
hambre.
Pero es
verdad, no podremos estar encerrados indefinidamente, como un torero que se
mete al burladero a esperar que el toro se calme; todos y cada uno de nosotros
con nuestras propias fuerzas tendremos que enfrentar ese toro que es el
COVID-19; más temprano que tarde tendremos que salir a trabajar, o por lo menos
los que por simples razones de materialidad o logística tienen que hacerlo,
como hoy lo hacen los recolectores de basura, los transportadores, los
domicilios, los enfermeros y los médicos.
Más
temprano que tarde tendremos que seguir construyendo las casas y los edificios
que dejamos empezados, alguien tendrá que recoger la cosecha cafetera y alguien
tendrá que hacer mover las fábricas, cuando se agoten los inventarios en los supermercados
y en los almacenes.
Y si, el
mundo habrá cambiado; en adelante nos acompañará la paranoia e iremos por ahí
con tapabocas y el spray de alcohol en la mano, y todos los transeúntes serán amenazas
y hasta nuestros amigos y parientes serán sospechosos; por un tiempo morirán
los besos y los abrazos, irónicamente por AMOR.
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