miércoles, 8 de abril de 2020

Miscelánea 1/04/2020





Por James Cifuentes Maldonado


Imposible abordar un tema que no sea el actual, como sucede hoy con la emergencia, o como cuando estamos en época preelectoral y en los tintiaderos solo se habla de política, o como cuando  antes, durante y después de los mundiales, desayunamos, almorzamos y comemos fútbol. Pero ahora es diferente; con el COVID-19 estamos  viviendo algo inusitado, a escala global y sin referentes en la historia de la humanidad, lo que de una vez me lleva a advertirles a mis lectores que llevaremos a cuestas la pandemia por mucho tiempo más, incluso por el resto de nuestras vidas.  Como han titulado desde la obviedad muchos diarios y revistas  “nada volverá a ser igual”.

Sin embargo,  bajo la superficie  que domina la escena mundial y nacional, es decir, el virus, con los contagiados, los muertos y los recuperados, el país sigue fluyendo, sigue siendo el mismo, lo que antes pasaba sigue pasando; la política sigue ahí, aunque adormilada, por suerte para algunos a los que les ha caído de perlas el aislamiento. En condiciones normales el escándalo de la “Ñeñe política” hubiera dado para ríos y mares de tinta, separatas en todos los periódicos y especiales con múltiples panelistas en todas las emisoras y noticieros, así no llegáramos a ningún Pereira.

Qué importa una noticia más sobre narcotraficantes, campañas financiadas con dineros sucios y reinas de belleza mal emparentadas,  si eso ha sido parte de nuestra historia en 4 décadas y muy pocos en la clase dirigente de este país tienen la autoridad moral para  hacer reproches y juicios al respecto. Nadie va a caer por lo que se dice de la campaña de Iván Duque en la Costa, porque nadie ha caído en el pasado; todo se resumirá en que el Ñeñe Hernández era un bocón y un deslenguado, con la ventaja de que él ya no está para refutarlo.

No cayó Turbay con su estatuto de seguridad, no cayó Gaviria con la Catedral, no cayó Samper con su 8000 y su elefante, no cayó Pastrana con su Caguán, no cayó Uribe con todas sus investigaciones y cientos de funcionarios sancionados y encarcelados, no cayó Santos por su audacia y mano extendida a la subversión para hacer la paz.

Entonces, de ninguna manera nos conviene que Duque se tambalee y menos que caiga ahora, cuando políticamente con él no ha sucedido nada distinto de lo ocurrido con sus antecesores. A Duque hay que  fortalecerlo. Al margen de que nos simpatice o no, el país entero necesita unirse alrededor del Presidente, contra la pandemia y con un solo propósito: salvar vidas.

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