Por
James Cifuentes Maldonado
Imposible
abordar un tema que no sea el actual, como sucede hoy con la emergencia, o como
cuando estamos en época preelectoral y en los tintiaderos solo se habla de
política, o como cuando antes, durante y
después de los mundiales, desayunamos, almorzamos y comemos fútbol. Pero ahora
es diferente; con el COVID-19 estamos
viviendo algo inusitado, a escala global y sin referentes en la historia
de la humanidad, lo que de una vez me lleva a advertirles a mis lectores que
llevaremos a cuestas la pandemia por mucho tiempo más, incluso por el resto de
nuestras vidas. Como han titulado desde
la obviedad muchos diarios y revistas
“nada volverá a ser igual”.
Sin
embargo, bajo la superficie que domina la escena mundial y nacional, es
decir, el virus, con los contagiados, los muertos y los recuperados, el país
sigue fluyendo, sigue siendo el mismo, lo que antes pasaba sigue pasando; la
política sigue ahí, aunque adormilada, por suerte para algunos a los que les ha
caído de perlas el aislamiento. En condiciones normales el escándalo de la
“Ñeñe política” hubiera dado para ríos y mares de tinta, separatas en todos los
periódicos y especiales con múltiples panelistas en todas las emisoras y
noticieros, así no llegáramos a ningún Pereira.
Qué
importa una noticia más sobre narcotraficantes, campañas financiadas con
dineros sucios y reinas de belleza mal emparentadas, si eso ha sido parte de nuestra historia en 4
décadas y muy pocos en la clase dirigente de este país tienen la autoridad
moral para hacer reproches y juicios al
respecto. Nadie va a caer por lo que se dice de la campaña de Iván Duque en la
Costa, porque nadie ha caído en el pasado; todo se resumirá en que el Ñeñe Hernández
era un bocón y un deslenguado, con la ventaja de que él ya no está para
refutarlo.
No cayó
Turbay con su estatuto de seguridad, no cayó Gaviria con la Catedral, no cayó
Samper con su 8000 y su elefante, no cayó Pastrana con su Caguán, no cayó Uribe
con todas sus investigaciones y cientos de funcionarios sancionados y
encarcelados, no cayó Santos por su audacia y mano extendida a la subversión
para hacer la paz.
Entonces,
de ninguna manera nos conviene que Duque se tambalee y menos que caiga ahora,
cuando políticamente con él no ha sucedido nada distinto de lo ocurrido con sus
antecesores. A Duque hay que
fortalecerlo. Al margen de que nos simpatice o no, el país entero
necesita unirse alrededor del Presidente, contra la pandemia y con un solo
propósito: salvar vidas.
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