miércoles, 22 de mayo de 2024

Miscelánea - Grande Nairo

  


 Por James Cifuentes Maldonado
 
 
Hace 14 años descollaba la figura menuda y el nombre desconocido de Nairo Quintana, dentro del firmamento de estrellas del ciclismo en el que ya Colombia se había convertido desde los años 70, con referentes tan importantes como Martín Emilio Cochise Rodríguez, Alfonso Flórez, Martín Ramírez, Francisco El Pacho Rodríguez, Fabio Parra, Lucho Herrera, Álvaro Mejía y Santiago Botero, por mencionar sólo los nombres que así rápidamente se me vienen a la cabeza y que iniciaron toda esta senda de triunfos para nuestro país, que sigue siendo reconocido como la tierra de los "escarabajos", que saltan cuando el terreno se empina, que clavan su vista en la carretera y con su paso demoledor revientan las carreras, aflojando sólo a la llegada.
 
Hoy podemos concluir que ni la irrupción de Colombia en el ciclismo de élite ni las gestas de Nairo Quintana fueron casualidad.  Ya son más de 50 años de satisfacciones que el ciclismo, deporte costoso reivindicado por gente humilde, nos ha brindado desde cuándo Cochise se convirtió en el récordman de la hora en México en 1970, y desde cuándo llevamos el primer equipo a las carreteras de Europa a comienzos de los 80, primero a sufrir y luego a ser protagonistas permanentes, convirtiendo las carreras del viejo continente en festivales de alegría y montaña, dejando en el pasado los monólogos de las etapas planas. Con la llegada de los colombianos, el ciclismo mundial jamás volvió a ser el mismo, las prioridades en el cubrimiento de las carreras, la programación de las etapas, cada vez con menos llano y más trepada y la hegemonía de cada vez más ciclistas escaladores de todas las nacionalidades son prueba de ello. Varios ejemplos, empezando por el final: Tadej Pogačar, Jonas Vingegaard, Remco Evenepoel, Primoz Roglic y Mathieu Van del Poel, que nos ratifican que el eje del ciclismo actual es la loma, que las grandes vueltas se ganan y se pierden en ese terreno y, lo más importante, que fueron los escarabajos colombianos los que dictaron esa ley.
 
El pasado domingo,  luego de tocar la gloria, de ganar un Giro de Italia y  una vuelta a España, además del podio en el Tour de Francia, luego de haber descendido a los infiernos de un equipo que ya no lo quería, de gente que lo despreciaba y luego de la desgracia del tramadol, donde fue víctima de todo y culpable de nada, Nairo Alexander Quintana Rojas, nos volvió a mostrar la inmensidad de su nombre, arrojándose con la valentía que lo caracteriza a tratar de evitar lo inevitable, que Tadej Pogačar se alzara con la etapa reina en la actual versión del Giro de Italia.  Nairo con su palmarés de dos décadas, con su cuerpo amellado y sus fuerzas disminuidas de tanto correr y de darlo todo, esta vez no alzó los brazos en la meta, donde llegó segundo pero como primero del resto, después del fenomenal esloveno, bajando su cabeza pero elevando su alma, en un ejercicio de tenacidad y sobre todo de dignidad, cuando ya muchos creían su gloria desvanecida y sus logros olvidados.
 
Adenda. Grande el Pereira, más huracán que nunca, el pasado Domingo en Barranquilla, aunque los periodistas le quieran bajar la caña y den por finalista al Bucaramanga, que no me disgustaría; ahí está el Depor, a punto de dar el zarpazo y disputar su segundo título. Yo no lo creía luego de ver la pintada de cara que nos hizo Fortaleza, pero, eso es lo bonito del fútbol.

miércoles, 8 de mayo de 2024

Miscelánea - Esta ciudad si es mía.


 

 

Por James Cifuentes Maldonado

 

 

Me cautivó el título de una columna de Luis García, “usted se cree dueña de la ciudad”, derivada de una respuesta que Amparo Jaramillo habría dado en un auditorio a una persona que, al parecer, le hizo la pregunta con sorna o quizás con reclamo social, tal vez por la autoridad, el sentido de pertenencia y sobre todo la pasión que la señora Jaramillo siempre muestra cuando habla de Pereira, de sus planes, de su desarrollo y de su realidad.  Y no es para menos; como solía decir mi abuela “mijo, el sentir es natural”, porque yo también me pongo arrozudo y no hay quien me pare cuando me toca hablar de mi terruño, literalmente con el mismo entusiasmo con el que me refiero a mi casa.

 

En términos románticos y literarios la ciudad, en este caso el municipio donde habitamos puede definirse de muchas maneras, pero aprovechando que ando repasando derecho administrativo, me pareció útil abordar la definición jurídica.

 

De acuerdo con la Constitución Política el municipio es la "entidad territorial fundamental" dentro de la organización política del Estado colombiano; concepto que los tratadistas Jaime Santofimio y Andrés Briceño sintetizan en que el municipio es una división político-administrativa establecida con el fin de ejercer en un determinado territorio y sobre una población, funciones de gobierno local, dentro de los parámetros, limitaciones y autonomía, fijados constitucional o legalmente. Señalan, además, que la condición que la ley le da al municipio como el primer ente territorial, lleva implícito “el reconocimiento del antiguo postulado municipalista, que pretendía encontrar en la Institución el vínculo directo entre el Estado y los ciudadanos. El punto de encuentro primario, inmediato o más cercano entre la población y sus instituciones”.

 

Dicen Santofimio y Briceño, que el municipio es “el lugar inevitable de todo ser humano en todos los instantes de su existencia. No existe persona que no habite un municipio y, por lo tanto, que dicho ente, como institucionalización inmediata del poder público, debe ofrecerle respuestas permanentes a sus necesidades como miembro de dicha comunidad”, agregan que “La identificación como entidad territorial fundamental, implica necesariamente la interrelación política permanente del hombre con el Estado, en procura de resolver problemas básicos de manera solidaria y armoniosa.”.

 

Hasta ahí lo teórico, que nos permite comprender que el municipio, nuestro vividero, en este caso Pereira, es un espacio y un orden de cosas que responde no solamente al imaginario o al compromiso o a la indiferencia de cada habitante, sino que además es una construcción social, jurídica y política que denota un conjunto de derechos y obligaciones, que legitiman y potencian el hecho de vivir en ese espacio regulado y controlado y no en el monte, de manera quizás más libre y silvestre, pero en todo caso menos segura y menos confortable.

 

Puede que sea grande o pequeña, que la habiten miles o millones y que esos habitantes hayan nacido en ella o provengan de otras partes, lo cual no importa, porque como dijo el poeta “uno no es de donde nace ni donde muere, sino de donde lucha”.


Entonces ¡sí, sin duda! esta ciudad es de Amparo Jaramillo, es suya señor lector, es mía, es de todos, y ello implica un gran orgullo y una enorme responsabilidad.

miércoles, 1 de mayo de 2024

Miscelánea - 1 de mayo de 2024

 


Por James Cifuentes Maldonado

 

Con el paso de los años, con la madurez que llaman, poco más o menos promediando los 45, llegan algunas cosas que, aunque sabíamos que llegarían, igual nos sorprenden, entre otras los achaques, las fatigas y las citas médicas, las ganas de leer lo que no leímos en toda la vida, la pérdida de interés por la rumba y paralelamente unas ganas permanentes de esta en casa y que lo dejen a uno quietecito en un rincón, escuchando siempre la misma música, haciendo maratón de series o viendo futbol.

 

En mi caso particular, aunque siempre he sido seguidor del equipo de la tierra, a veces como hincha de radio y otras como abonado, siempre lamenté no sentir la pasión y la alienación que uno ve en muchas personas en el estadio y que me despertaba envidia porque yo no reaccionaba igual cuando el Deportivo Pereira hacía un gol, mi corazón se alegraba, pero en mi rostro no se notaba.

 

Pienso que las personas que tienen sensaciones extremas, como el amor, el despecho, el cansancio de la actividad física, la fe religiosa, la pasión por la música o la afición a alguna disciplina deportiva, tienen muchas más posibilidades de experimentar la intensidad de la vida.   No digo que los demás no, pero si es más probable que con algún gusto delirante le encontremos el propósito a la existencia.  Ojo, no me he referido a placeres como el sexo o la comida, para no meterme en líos y tampoco he hablado de los vicios como el licor o el juego, los cuales no recomiendo.

 

Pero algo en mi cambió hace una década, se me metió el espíritu del futbol y lo que antes no era ahora es: me estreso, me emociono con las jugadas y me desbordo cuando mi equipo convierte, soy feliz toda la semana cuando ganamos y me deprimo dos y hasta tres días cuando perdemos.  

 

Debo confesar que llegué a sentir vergüenza por los nuevos niveles de mi pasión, porque consideraba que el futbol no era tan serio como lo hacen ver los periodistas deportivos, que era una banalidad y que no estaba a la altura de las actividades del intelecto.  Por eso y para sacarme la presión investigué un poco en las redes y encontré que el asunto no es tan trivial dentro de los círculos más encumbrados, por ejemplo, de la literatura. Como es tanto lo que hay, escogí las frases que más me gustaron, dos de aversión al futbol y dos a favor, se las comparto:

 

«El espectador de fútbol no hace incesantemente más que perder. Mientras los equipos juegan, pierde los nervios; cuando su equipo es derrotado, pierde la compostura y la decencia; pero si su tribu vence, él pierde la cabeza». Fernando Savater

 

«El fútbol despierta las peores pasiones. Despierta sobre todo lo que es peor en estos tiempos, que es el nacionalismo referido al deporte, porque la gente cree que va a ver un deporte, pero no es así». Jorge Luis Borges

 

"Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol". Albert Camus

 

"En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo". Eduardo Galeano.

 

Ahí dejo pues el tema, por estos días cuando el Deportivo Pereira se ha metido en cuadrangulares y nos ilusiona con una nueva estrella.  Sobre los rivales que nos tocaron en el grupo A debo decir que fueron los mejores, Junior y Millonarios de juego bonito y abierto, y Bucaramanga más táctico y menos estético, pero, en todo caso, un hueso duro de roer.