miércoles, 26 de julio de 2023

Miscelánea - La empresa política

 


 

Por James Cifuentes Maldonado 

 

Hace poco, en esta columna, me referí al fenómeno de los movimientos independientes que aspiran a cargos de elección popular, atribuyéndole muy limitadas oportunidades a ese tipo de iniciativas que, aunque meritorias, no escapan a las dinámicas de la política que suele no coincidir con el verdadero sentir de la opinión pública.  

Las elecciones no están determinadas por el libre albedrío del pueblo ya que su voluntad suele estar afectada por dos fenómenos que erosionan el espíritu democrático: Por un lado, los que hacen las campañas y los que votan, lo hacen muchas veces movidos por intereses o compromisos, voto duro o amarrado, y por otro lado, los que no tienen esas ataduras, no suelen ejercer el derecho al voto y hacen parte del tradicional 50% de abstencionismo; esto, al final se traduce en que cada 4 años los gobernantes son elegidos ya sea por quienes apoyan la continuidad de la administración actual o por quienes apoyan las alternativas de cambio o de relevo.  

Decía yo que “esa tal independencia no existe”, porque en la etapa de la campaña los candidatos requieren de patrocinadores y de equipos de trabajo, y nada de eso es gratis. En el ejercicio del gobierno, asumiendo que un candidato de los que se dicen independientes llegue a ganar las elecciones, por ejemplo, de alcaldía o gobernación, los financiadores de la campaña esperarán su retorno y los trabajadores de la campaña, en todos sus niveles, reclamarán su premio, que generalmente es acceder a un contrato o a un cargo público.   

A mí me da jartera plantear las cosas de esta manera, pero así funciona nuestra democracia y eso es lo que hay.  Aun no evolucionamos en algo mejor. Nadie dentro del devenir de la política puede vender su imagen como independiente y luego cumplir sus promesas de independencia, porque quienes encabezan los gobiernos son dueños de las iniciativas, pero no de las decisiones que las aprueban, ni de los recursos y las condiciones para ejecutarlas.  

Muy poco o nada podrá hacer el alcalde, gobernador o presidente que arrase en las elecciones pero que no tenga mayorías en el Concejo Municipal, en la Asamblea o en el Congreso, que les permitan cumplir sus programas, los cuales pueden verse truncados, como le ha pasado al presidente Petro con varias de sus leyes y reformas.  

Los independientes hacen un ejercicio valioso de decir y de cuestionar lo que los otros candidatos no pueden y, por ello, conquistar a los inconformes y a los que no siguen los partidos tradicionales, pero tristemente la masa crítica el día de las elecciones la hacen las maquinarias, ya sea del oficialismo o de la oposición; de momento no hay otra forma y eso hace prever, en el caso de la alcaldía de Pereira, que la conversación en las urnas el próximo 29 de octubre volverá a estar dominada por la misma polaridad de hace 4 años.  

Adenda 1. Aunque lamento que haya tomado tanto tiempo, celebro que el Partido Liberal se haya vuelto a unificar de cara a la alcaldía de Pereira y la Gobernación de Risaralda. Espero que la alianza sea sincera y perenne.  

Adenda 2. Lamento los hechos que terminaron en el sacrificio de los chimpancés de Ukumarí, pero deploro el oportunismo de quienes quieren hacer campaña y propaganda negra con algo tan grave y triste.  

miércoles, 19 de julio de 2023

Miscelánea - Por el ejercicio de una fe respetuosa y discreta



Por James Cifuentes Maldonado

 

 

 

Si tuviéramos fe como un granito de mostaza, podríamos ordenar a las montañas que se movieran y a los enfermos que sanaran, así dice la canción cristiana; me gusta, cuando la cantamos en la iglesia, con ese ánimo y ese entusiasmo que contagia. Y, en efecto, en mayor o menor medida, los seres humanos, en relación con las diferentes situaciones que la vida nos pone por delante, los sueños, las metas, las dificultades, los éxitos, los fracasos, la salud y, en general, respecto de la protección, la ayuda y el impulso que a diario necesitamos, tenemos el instinto de encomendarnos a algo y confiamos en que todo vaya bien, es natural.  

 

De eso se trata vivir, y lo mínimo para preservarnos, para mantenernos plenos, tanto física como espiritualmente y dar sentido a la existencia, es creer que lo que deseamos o lo que queremos va a suceder, aunque no suceda y creer que lo necesitamos nos va a llegar, así no llegue.  Difícilmente algún plan se cumple si no creemos desde un principio en él, si no estamos convencidos; como diría Jorge Duque Linares, todo es más fácil y empezamos ganando si pensamos positivo. 

 

Por eso, nos persignamos cuando arranca el avión, por eso, le hacemos promesas al Milagroso de Buga, por eso, los conductores de buses y camiones se encomiendan a la Virgen del Carmen, para que los lleve y los traiga con bien por las carreteras en cada uno de sus viajes. 

 

Aunque la ayuda divina, que yo prefiero llamar moral, esa fuerza que nos mueve, que nos quita el miedo y no nos deja retroceder, como la de los militares en el combate, es muy importante, nada sale ni fructifica si no ponemos de nuestra parte lo que tenemos que poner. 

 

Es muy complicado que el conductor o el camionero no se siniestre si no respeta las señales de tránsito o si no se preocupa por el mantenimiento de su vehículo; muy complicado que el nadador gane los 100 metros libres si ni siquiera sabe nadar, como le sucedió a Eric Moussambani, quien anecdóticamente disputó una de las mangas clasificatorias en los Juegos Olímpicos de Sídney en el año 2000; obviamente su participación fue para asombro y risas, ahí no había rezo ni oración que valiera. 

 

Como me pasa muy frecuentemente, hay algo que quiero decir, pero no sé decirlo directa o escuetamente, es un defecto que tengo y por eso me tocó hacer toda esta elucubración sobre la fe, para sentar mi voz de protesta por el hecho de que en pleno siglo XXI se siga permitiendo que las comunidades religiosas, en su fervor que es respetable, se tomen las vías como sucedió el pasado domingo con las caravanas en honor a la Virgen del Carmen.  Yo los vi pasar por la 30 de Agosto a la altura de Unicentro, no eran más de una docena de camiones, iban a cierta velocidad haciendo ruido y entorpeciendo el tráfico, serpenteando a lo largo y ancho de la avenida para que nadie pudiera adelantarlos; es simplemente absurdo e irresponsable. 

 

Yo tengo fe, como un granito de mostaza, la fortalezco y la hago crecer sin ostentar, sin que nadie se entere, porque es solo mía. 


Con profundo respeto de todas las expresiones culturales, dentro de ellas las religiosas, invito a que cada quien viva su fe de manera razonable, civilizada, sin comprometer, sin afectar ni limitar los derechos de quienes no intervienen en sus fiestas.  Amén.

miércoles, 12 de julio de 2023

Miscelánea - Esa tal independencia no existe

 



 

Por James Cifuentes Maldonado

 

Dice el diccionario que la palabra independiente significa o refiere al estado o la circunstancia en la que algo o alguien no depende de sí mismo; la expresión nos remite al verbo depender, el cual nos ubica en una esfera de subordinación o de sometimiento de algo o de alguien en relación con la voluntad de otro, cuando la acción o inacción de una persona está sujeta a factores que no domina, esto es, que comprometen su libertad para tomar decisiones.

No nos vayamos muy lejos, quedémonos acá”, decía el exdiputado Hugo Armando Arango (Q.E.P.D.), cuando quería evitar una elucubración demasiado amplia que volviera gaseosa o inútil una conversación; por eso, para los efectos del fenómeno sobre el que intentaré ocuparme hoy, y como hay tantas dimensiones y tan complejas de la palabra libertad, hablaré de la libertad en el contexto del gobierno de los territorios.

En teoría, cualquier persona que quiera ser concejal, diputado, alcalde o gobernador puede postularse, en aplicación del derecho constitucional de elegir y ser elegido, y, querría uno, que quienes se postulen sean los mejores, premisa que depende de muchas variables; habría que preguntarse: ¿mejores en qué sentido? ¿en términos de preparación, de inteligencia, de transparencia, de honradez, de integridad?

La respuesta a la pregunta podría ser: ninguna de las anteriores, porque la realidad nos muestra que, en la forma en que está dado el juego de nuestra democracia, puede resultar que no sean los mejores aspirantes los que terminen conduciendo nuestros destinos, y, aun si lo fueran, si los mejores fueran elegidos y tuvieran buenas intenciones, esas buenas intenciones no siempre podrían concretarse y ¿saben por qué?, porque en el ejercicio  de la política no hay independencia, todos sus actores dependen unos de otros.  

A manera de ejemplo, del Dr. Álvaro Arias, con quien tuve la oportunidad de trabajar, aclaro, no de hacer política, sino literalmente de trabajar en los temas de gobierno y seguridad ciudadana en Pereira hasta hace un poco más de un año, puedo decir que, además de ser una excelente persona, se caracteriza por ser un funcionario muy técnico, muy serio, muy organizado y, sobre todo, comprometido con la misión que se le asigna; a alguien así, muchas personas le habrían dado su voto, pero eso ya no va a ser.

Y ¿por qué en esta oportunidad el Dr. Arias no podrá hacerse contar para la Gobernación de Risaralda? pues sencillo, porque eso no dependía enteramente de él, ni del grupo que lo respaldaba; es posible que las causas de su declinación tengan que ver con la cantidad de recursos que demanda una campaña, que suelen ser más de los que uno consideraría razonables y necesarios, ¡ojo con esto!;  por otro lado, en el ajedrez de la política de Pereira y Risaralda, en una partida diferente, alguien hizo una jugada, movió otras fichas, dejando al Dr. Arias sin posibilidades. 

Aplaudo todas las campañas que se presenten como independientes, pero no me hago ilusiones, primero porque para ganar, lo cual se hace con votos, los candidatos dependen de cálculos y alianzas en los que, a veces, ni siquiera tienen la palabra, y segundo porque, aun en el escenario de ganar, el gobierno se hará con las alianzas que no se hicieron en la campaña.

 

Publicación original en: https://www.eldiario.com.co/opinion/miscelanea-201/

 

 

jueves, 6 de julio de 2023

Miscelánea - Dulcemente



Por James Cifuentes Maldonado

Permanentemente me suelo cuestionar lo insospechado que es el transcurrir de los hechos y lo impotentes, lo leves y lo frágiles, que somos los seres humanos frente a los mismos. En un instante se dan los acontecimientos que dejarán su huella para siempre, en una comunidad, en una familia o en un individuo; en un segundo surge la vida, en un segundo se apaga, en un segundo se construyen los sueños, en un segundo sepultamos las ilusiones y despedimos para siempre las esperanzas.

A las 10 de la noche del pasado martes 27 de junio, después de estar desconectado de los dispositivos y de las noticias, por cuestiones de trabajo y de viaje, llego a mi casa, me dejo caer en el sofá y chequeo mi WhatsApp; con asombro, con incredulidad y, finalmente, con sobrecogimiento leo el titular que trae un enlace que me ha compartido un amigo y que trata primero de la desaparición y luego de la muerte de Hugo Armando Arango y de su hijo mayor, en circunstancias para ese momento no establecidas. La nota del medio digital señalaba que Hugo y Jerónimo habían salido de excursión a la zona de los parques, en inmediaciones de la Laguna del Otún, e inicialmente daba cuenta de un posible incidente a caballo, en el cual las víctimas habrían ido a caer a un despeñadero. Con esa terrible hipótesis y con el corazón roto, sin comer, me fui a la cama, a lidiar con el desconcierto y el insomnio.

Al día siguiente, miércoles, ya todo estaba aclarado, sin caballos, sin peñascos, sin traumas, sin violencia, Hugo y Jerónimo se habían ido. No sabemos si con cansancio o algo de desconcierto, en todo caso, la manera apacible en que los encontraron permite inferir, para un pequeño consuelo, que se fueron tranquilos, sin dolor; el padre, recostado en la base de un árbol, y el hijo, en la serenidad y la seguridad que se debió sentir morir en el regazo que quien le dio la vida. Este es el cuadro que Marcela, la mamá de Jerónimo, me describió con suprema ternura, incluso imaginando las circunstancias en que todo sucedió, suave y lentamente, hasta que el tiempo se detuvo para ellos, hasta que Hugo y Jerónimo se durmieron, en medio de un accidente, posible inhalación de gases tóxicos, del que, quizás, no se percataron.

Después de muchas horas de incertidumbre, de saber que ellos estaban desaparecidos, y ante la evidencia de la fatalidad, es la mejor imagen con la que nos podemos quedar.

Agradezco a Marcela que me haya dado el privilegio de acompañarla en la intimidad de su casa, en compañía de algunos de sus parientes y amigos más queridos, para elevar una oración y darle mi último adiós a Hugo y a Jerónimo. Por este medio le reitero que, aunque se trata de una pérdida inconmensurable, irreparable, esto que ha pasado no se siente como una tragedia; en el fondo del alma duele no poder ver más a Hugo Armando en su rol de líder y de servicio a la comunidad, vocación que le absorbió la vida, pues no lo vi hacer cosa distinta desde 1993, cuando lo conocí en la universidad. Duele no poder ver la materialización de los sueños y de los talentos de Jerónimo, que mostró ser diferente desde sus primeros años, porque, en el sentir de su mamá, Jero no era de este mundo.

Ya no están, pero están juntos. Paz eterna para Hugo y para Jerónimo. Y mucha fuerza para quienes les sobrevivimos, hasta que Dios quiera.