miércoles, 11 de noviembre de 2020

Miscelánea - Una mala persona


Por James Cifuentes Maldonado 

 

El complejo sistema electoral estadounidense, donde al presidente lo eligen los territorios, con los dichosos votos del colegio electoral, y no directamente el pueblo, ha sido puesto a prueba como nunca antes, y, siendo que en Estados Unidos no existe una autoridad electoral nacional, como si pasa en Colombia, a quien pretendiera hacer fraude, le tocaría saltarse las normas y corromper urnas y votos en cada uno de los 50 estados. 

Las quejas de Trump sobre un supuesto fraude en las elecciones, son patadas de ahogado, estertores delirantes de su desgobierno. Pareciera que el destino está compensando, hace 4 años Trump ganó en votofinish y ahora en 2020 le toca perder por la misma vía, a juzgar por los resultados en Pensilvania, Georgia, Nevada y Arizona; sin que nada haga pensar que ha habido fraude; hasta el momento solo hay gritos y demandas, pero nada de evidencias. 

Los Estados Unidos han tenido 20 presidentes demócratas y 25 entre republicanos e independientes. Pero la vocera de la campaña de Trump, Maricruz Magowan no tuvo problema en decir que con Joe Biden ganaría el socialismo; una afirmación sin sustento pero sí con mucho efecto, al mejor estilo del fascismo. Una de las tantas mentiras de las que este fin de semana rebozaron la taza de los medios de comunicación norteamericanos, que cortaron las alocuciones del derrotado Donald Trump; algunos dicen que por censura y yo digo que por seguridad nacional. 

Lo único que emerge claramente en todo esto, es que los Estados Unidos, como el resto del planeta, ideológicamente y literalmente, están partidos a la mitad, y esa división que se manifiesta en todos los ámbitos, en mi opinión nada tiene que ver con capitalismo o comunismo, aunque quienes quieren encender las redes insistan en hacerlo ver así; en realidad toda esta peleadera corresponde a dos formas distintas de ver el mundo y la vida, con mayor o menor énfasis en el uso de la fuerza y de la autoridad; con mayor o menor énfasis en la justicia social, con mayor o menor énfasis en la sensibilidad ecológica y ambiental, con una idea diferente de la riqueza y la prosperidad; con una idea diferente sobre la religión, sobre dios, sobre nuestro origen y sobre nuestra muerte. Sólo es eso. 

Algunos, a este antagonismo lo llaman derecha e izquierda, conservatismo y liberalismo, pero que en el contexto actual de polarización y en lo que ha venido sucediendo en eventos democráticos, como el plebiscito por la paz en Colombia, el Brexit en Reino Unido o las elecciones en Estados Unidos, no tiene nada que ver con los sistemas políticos o la forma de producir los bienes y servicios del país; porque es un hecho, recontraprobado, que la propiedad privada y el emprendimiento son las piedras angulares del desarrollo y que el capitalismo, según las evidencias, desde la caída del Muro de Berlín, aún con sus desequilibrios, es el menos peor de los sistemas, si no pegúntenle a los chinos, que son comunistas para gobernar pero bien capitalistas para captar inversión y producir. 

De Trump no sé mucho, como suele suceder con casi todo el mundo; no sé si es millonario o está quebrado, si es culpable o inocente, si es buen o mal papá o si es un buen o mal marido; pero lo he oído hablar y he leído sus trinos, y sé que no es una buena persona; y eso para mí es determinante.

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