Por James Cifuentes Maldonado
Algunos dirán que hemos avanzado, que nos hemos defendido, hemos aguantado con el sistema de salud y hemos salvado vidas, y estamos a punto de lograr la vacuna, y yo les contestaré que sigue faltando mucho, que la incertidumbre es la misma, y que esos resultados son circunstanciales, que se han dado en la marcha, improvisando, ensayando y errando para procurar los menores daños, y que todo lo bueno que se puede rescatar obedece a dos factores: de un lado el compromiso y la disciplina de la mayoría de los ciudadanos que hemos sabido aguantar y adaptarnos a la nueva realidad y a las restricciones, y de otro lado la audacia de las autoridades que se han atrevido a abrir la tenaza, con medidas de flexibilidad, arriesgadas pero necesarias, para que la economía no colapse, para que no muramos de hambre en nuestras casas.
En este sentido, hago un reconocimiento al manejo que ha tenido la emergencia sanitaria en Pereira, de la mano de la administración municipal, con el concurso de cientos de funcionarios y colaboradores, la mayoría silenciosos y anónimos, que con su gestión y acompañamiento han logrado que solventemos la crisis, haciéndonos sentir por ratos que en Pereira no hay aislamiento. Merece comentario especial la seriedad, el temple y la determinación del alcalde Carlos Maya que ha sabido mantener la ciudad a flote con la combinación precisa de control y de apertura, con toda la responsabilidad que ello ha implicado.
Desde el comienzo de la pandemia el alcalde Maya picó en punta y asumió el liderazgo para exigir del gobierno nacional las medidas duras y de choque que se necesitaban en su momento, para contener el virus con el confinamiento que aplicamos entre marzo y abril, pero al mismo tiempo tuvo el criterio y el acierto de ir leyendo la situación día a día, para entender que, ante la imposibilidad de erradicar el virus y la inviabilidad de estar parados indefinidamente, era necesario actuar para asegurar la subsistencia de la ciudadanía, desde la perspectiva de la salud física y mental pero también desde la perspectiva económica.
La administración entendió que debía prestar la asistencia social con ayudas en los momentos más difíciles, que debía levantar el pico y placa, que no podía abusar del pico y cédula ni del toque de queda, que debía prestar todas las garantías para que la gente se movilizara para trabajar pero también para hacer ejercicio, que debía reaccionar ágilmente para habilitar los establecimientos de comercio con el registro de los protocolos, y todo ello, en suma, hace que yo perciba que a partir del próximo 1° de septiembre el país entero va a vivir unas condiciones de una nueva normalidad que en Pereira venimos gozando hace ya varios meses.
Yo soy de la idea que ya estamos demasiado abiertos, por lo menos en Pereira; basta con salir a la calle y ver o recorrer la región un fin de semana. Las nuevas medidas nacionales, para el caso nuestro, no impactan. Los resultados actuales como los tenemos en Pereira, de contagiados, fallecidos y recuperados, no son catastróficos y aún con el folclorismo que nos caracteriza, son producto principalmente del distanciamiento social y la asepsia que corresponden a esfuerzos individuales.
Es claro que la “nueva normalidad” no significa que podamos hacer fiestas o reuniones familiares que impliquen aglomeraciones, nos tenemos que cuidar afuera y aun en casa. Jamás salir sin tapabocas, no tocarnos los ojos ni la nariz y lavarnos las manos constantemente. Soy del pensar que la vida y la economía deben seguir, con sus cuidados y sus riesgos, con responsabilidad y en esto cada uno responde por sí mismo. Eso es lo que hay, eso es lo que toca.