Por James Cifuentes M.
Vía Whatsapp recibí un audio en
el que se invita a dar la firma para el proyecto de referendo con el que se
pretende recortar el congreso, unificar las altas cortes y reducir la Justicia
Especial para la Paz a una simple sala o apéndice de la Corte Suprema de
Justicia. Al respecto tengo que decir que se trata de esas iniciativas muy de
moda en redes sociales, impulsadas por un sector cercano al autoritarismo, que
le gusta la fuercita y que le hablen grueso; esas propuestas que impactan por
efectistas y por obvias, pero que no corresponden a nuestra idiosincrasia .
Acaso ¿quién no quisiera tener
un aparato legislador eficiente, con el tamaño ideal que nos represente a
todos, sin intereses particulares y sin corrupción? ¿Quién no quisiera una
justicia pronta e imparcial? ¿Quién no quisiera que Colombia viviera en paz,
sin que esa paz signifique la solución para unos y el agravio de otros que no
aceptan ninguna forma de reconciliación que no sea la utopía de cero impunidad?
Todos queremos lo mismo, sin
duda; la cuestión es cómo; si lo hacemos por la vía de la imposición o del
consenso, en un país que sobradamente ha demostrado tener dos tipos de
visiones, la del SI y la de NO, que se proyecta en todas nuestras cuestiones
como nación. La mitad de Colombia quiere perdonar y la otra no; la mitad
defiende las libertades individuales y las nuevas realidades y la otra se
empeña en un modelo de Estado que impone su propio concepto de familia; la
mitad quiere marchar porque se cansó de esperar, sin eco a sus reclamos y la
otra se opone porque está cómoda en su imaginario de país, con la alacena llena
y la cuenta en verde.
Bajo la premisa de evitar que
el país se vaya a un extremo ideológico, algunos quieren lanzarnos al extremo
contrario, pasando por alto que ambas posturas son radicales y perniciosas. Las
instituciones no se mejoran desmontándolas, sino educando a la gente para que
las reconozca en su verdadera dimensión.
Una pena que un excelente
comunicador como Herbin Hoyos, el promotor del citado referendo, después del
magnífico trabajo que hizo en la radio, en los peores tiempos de la violencia
guerrillera, se haya empeñado en seguir exprimiendo el conflicto para sus
propios intereses, invitando a la polarización y despreciando las oportunidades
de la paz.
Es aberrante el argumento maniqueo de que hay que “salvar” a Colombia, repitiéndolo una y otra vez, sin explicar fundadamente de qué es que la tenemos que salvar, si no es de nuestra propia mezquindad.
Sí, es un hecho, Colombia está
partida en dos, pero el mundo también, incluso el universo, dentro del cual todo
se mueve por el impulso de fuerzas contrarias, como en el ying y el yang, que
suelen chocar pero de cuya armonización surge el equilibrio y por lo tanto el
progreso. Es cuestión de reconocernos y ponernos de acuerdo.
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