Por James Cifuentes M.
Un
amigo muy pensante y aficionado a los cálculos políticos, ante lo
apretado de los resultados electorales, me compartió su versión sobre lo
acontecido recientemente en Pereira;
me dijo, ¡hermano!, aquí no ha pasado nada nuevo, y me echó, más o
menos, el siguiente cuento.
Una
vez, un alcalde fue elegido con una votación histórica, con un
importante respaldo popular, una permanente y buena conexión con la
gente, con ejecutorias en obras concretas
y visibles, que dejaron huella y le generaron gran reconocimiento;
luego, la casa política de ese alcalde, como era apenas normal, le
apostó a la continuidad de su proyecto y tiró al ruedo a otra de sus
fichas, y aunque volvieron a contar con el favor de las
mayorías, éstas ya no fueron tan holgadas, lo que le supuso al nuevo
alcalde tener que afrontar una realidad muy distinta.
En
esa parte del relato, mi amigo hizo un alto, me miró y me preguntó,
¡viejo!, ¿de quiénes estoy hablando?; yo, sin pensarlo mucho, le
respondí: ah, eso me suena a Juan Pablo Gallo
y su transición a Carlos Maya; sin haberme dejado de mirar, con los
ojos bien abiertos, el sujeto dijo: No, hablo de Israel Londoño y de
Enrique Vásquez.
Sin
que yo alcanzara a salir de mi desconcierto, tratando de recapitular en
el tiempo y aterrizando en la obviedad de lo que me habían planteado,
mi contertulio, para establecer
el factor común entre las dos historias, me hizo remontar al Príncipe
de Maquiavelo, recordándome que el poder es un asunto cíclico, que se
sucede entre los mismos bandos, así algunos ciudadanos cándidos, como
yo, no lo notemos.
Me
recordó mi amigo, que Maquiavelo planteó algo así como que había dos
formas de ejercer el poder, una, la de aquellos territorios sujetos a un
imperio, como en oriente, que inicialmente
ofrecían mayor dificultad pero que, después de conquistados, retenerlos
era más fácil, porque ya estaban adaptados a la idea de un solo y
permanente dominador; y la otra, la de los territorios bajo la
monarquía, como la europea, donde el rey era impuesto como
resultado de las intrigas y consejas de los cortesanos, y así, mantener
el poder monárquico era más efímero y más complejo, porque siempre
había alguien dispuesto a dar la batalla para deponer al soberano.
Supongo que
el
alcalde electo, Carlos Maya, se ha leído el Príncipe y sabe que lo que
viene para él no será lo mismo que le tocó a Gallo, y quizás por ello,
entiendo, que ha venido
esmerándose en dejar bien claro su mensaje en cuanto que la que se
avecina será una administración incluyente y no revanchista ni sectaria,
en la que participarán todos los que deban participar, porque su
premisa no es la pugna por unos puestos, sino por la
gobernabilidad, que garantice que se le pueda cumplir, no solo a los
que hicieron su campaña, sino principalmente a la ciudad.
Es
un hecho que El Cambio logró un segundo tiempo, pero Maya sabe que, por
la dinámica natural del poder, será difícil otra oportunidad, y, por lo
tanto, no bastará con hacer lo
mismo que su antecesor, tendrá que hacer MÁS.
La mejor obra que podrá hacer el alcalde electo Maya, será hacernos olvidar al insigne Juan Pablo Gallo Maya!
ResponderEliminarLa idea del Sr. Maya es continuar con la imagen no negativa de Gallo, por q no es buena, y por q no es buena, simple, demandado desde el inicio al final y por asuntos muy graves, disfrazados de manera mediatica, bueno, pero Maya a igual q su jefe tiene demandas, y con los medios no hay empatia, es decir, muy dificil vivir y gobernar con la imagen del pasado, a los Pereiranos no ira regular con este alcalde, y soy Liberal.
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