miércoles, 13 de noviembre de 2019

Miscelánea 13/11/2019


Por James Cifuentes M.
Un amigo muy pensante y aficionado a los cálculos políticos, ante lo apretado de los resultados electorales, me compartió su versión sobre lo acontecido recientemente en Pereira; me dijo, ¡hermano!, aquí no ha pasado nada nuevo, y me echó, más o menos, el siguiente cuento.
Una vez, un alcalde fue elegido con una votación histórica, con un importante respaldo popular, una permanente y buena conexión con la gente, con ejecutorias en obras concretas y visibles, que dejaron huella y le generaron gran reconocimiento; luego, la casa política de ese alcalde, como era apenas normal, le apostó a la continuidad de su proyecto y tiró al ruedo a otra de sus fichas, y aunque volvieron a contar con el favor de las mayorías, éstas ya no fueron tan holgadas, lo que le supuso al nuevo alcalde tener que afrontar una realidad muy distinta.
En esa parte del relato, mi amigo hizo un alto, me miró y me preguntó, ¡viejo!, ¿de quiénes estoy hablando?; yo, sin pensarlo mucho, le respondí: ah, eso me suena a Juan Pablo Gallo y su transición a Carlos Maya; sin haberme dejado de mirar, con los ojos bien abiertos, el sujeto dijo: No, hablo de Israel Londoño y de Enrique Vásquez.
Sin que yo alcanzara a salir de mi desconcierto, tratando de recapitular en el tiempo y aterrizando en la obviedad de lo que me habían planteado, mi contertulio, para establecer el factor común entre las dos historias, me hizo remontar al Príncipe de Maquiavelo, recordándome que el poder es un asunto cíclico, que se sucede entre los mismos bandos, así algunos ciudadanos cándidos, como yo, no lo notemos.
Me recordó mi amigo, que Maquiavelo planteó algo así como que había dos formas de ejercer el poder, una, la de aquellos territorios sujetos a un imperio, como en oriente, que inicialmente ofrecían mayor dificultad pero que, después de conquistados, retenerlos era más fácil, porque ya estaban adaptados a la idea de un solo y permanente dominador; y la otra, la de los territorios bajo la monarquía, como la europea, donde el rey era impuesto como resultado de las intrigas y consejas de los cortesanos, y así, mantener el poder monárquico era más efímero y más complejo, porque siempre había alguien dispuesto a dar la batalla para deponer al soberano.
Supongo que  el alcalde electo, Carlos Maya, se ha leído el Príncipe y sabe que lo que viene para él no será lo mismo que le tocó a Gallo, y quizás por ello, entiendo, que ha venido esmerándose en dejar bien claro su mensaje en cuanto que la que se avecina será una administración incluyente y no revanchista ni sectaria, en la que participarán todos los que deban participar, porque su premisa no es la pugna por unos puestos, sino por la gobernabilidad, que garantice que se le pueda cumplir, no solo a los que hicieron su campaña, sino principalmente a la ciudad.
Es un hecho que El Cambio logró un segundo tiempo, pero Maya sabe que, por la dinámica natural del poder, será difícil otra oportunidad, y, por lo tanto, no bastará con hacer lo mismo que su antecesor, tendrá que hacer MÁS.

2 comentarios:

  1. La mejor obra que podrá hacer el alcalde electo Maya, será hacernos olvidar al insigne Juan Pablo Gallo Maya!

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  2. La idea del Sr. Maya es continuar con la imagen no negativa de Gallo, por q no es buena, y por q no es buena, simple, demandado desde el inicio al final y por asuntos muy graves, disfrazados de manera mediatica, bueno, pero Maya a igual q su jefe tiene demandas, y con los medios no hay empatia, es decir, muy dificil vivir y gobernar con la imagen del pasado, a los Pereiranos no ira regular con este alcalde, y soy Liberal.

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