Por James Cifuentes M.
La deuda social de Colombia, no es del gobierno Duque, ni atribuible al de Santos, ni siquiera al de Uribe, aunque a este último se le deben varios retrocesos, especialmente en temas laborales; el hueco es histórico y se remonta a la aristocracia que sobrevino a la independencia y ha ostentado el poder, siendo inferior al desafío y al progreso que deberíamos tener como nación en el siglo 21.
Pero cada gobierno representa la suma de la institucionalidad del Estado, y como tal, responde por toda la brecha social acumulada en su momento; ahí no hay cortes ni glosas; Iván Duque hoy es el presidente de Colombia, con todo lo bueno y lo malo que ello represente; quien toma las riendas del país no puede invocar el beneficio de inventario; por algo y para algo se hace elegir.
Al presidente Duque le ha faltado liderazgo, su propio liderazgo, ese que tanto mostró cuando era un fogoso congresista, antes de volverse preso de una candidatura y ahora de un cargo, instrumentalizado por una agenda y un estilo que le han impuesto desde su partido, desde los grupos económicos y desde los gremios.
ANIF planteó el salario mínimo diferencial para los jóvenes; FENALCO propuso eliminar la indemnización por despido, horas extras y dominicales, y los fondos privados sentenciaron que es inminente aumentar la edad de pensión. Sí, es cierto, el Presidente no lanzó el “paquetazo”, pero los gremios lo hicieron por él, como una forma de medirle el aceite a la gente.
Con la marcha del 21N por lo menos quedó una cosa clara y es que hay otra Colombia más allá del uribismo; que los inconformes también cuentan, que tienen algo para decir, para exigir y para esperar; que el Presidente debe gobernar para todos y no solamente para sus electores.
Sí, es cierto, a Duque lo pusimos todos, porque así funciona la democracia; le dimos un mandato y un tiempo y hay que dejarlo gobernar, lo cual no significa que no pueda reclamársele pacíficamente aquello en lo que debe enderezar, empezando con un discurso más prudente, volcado a la reconciliación y a la paz; la paz que no ha vuelto trizas pero que anda mal herida.
Adenda. He notado que en redes sociales otra vez nos quieren tirar la carnada de Gustavo Petro, para deslegitimar la protesta social, como factor de división y de polarización, como sucedió en las elecciones presidenciales, en las que la resistencia a la Colombia Humana precipitó la elección de Duque. Esta vez, a los oportunistas, les recuerdo: Petro puede marchar, pero no es el dueño de la marcha.