jueves, 11 de agosto de 2016

El palo en la rueda de los derechos civiles





Cuando los señores de la Procuraduría General de la Nación, arropados con la bandera de la moralidad y de la familia, pero contaminados con la dogmática religiosa, en sus denuncias omiten y pasan por alto que todas las acciones del gobierno  asociadas a la no discriminación por causas de género o condición sexual corresponden a lineamientos ordenados por la Corte Constitucional, cuando desvían el tema y hacen señalamientos con nombre propio acabando con la imagen de funcionarios específicos llevando el debate a nivel personal,  como ha sucedido con la ministra Gina Parody, es inevitable sentir un gran desaliento y una gran desesperanza frente al papel de las instituciones.  

El protagonismo desbordado de los funcionarios del ministerio público, la persecución selectiva a quienes se salgan de su línea ideológica y su permanente y abierta participación en política son reprochables en grado sumo, máxime cuando en el caso de la Procuraduría sus funciones apuntan a la protección de los derechos y las garantías de los ciudadanos como lo señalan los tres primeros numerales del artículo 277 de la Constitucional Nacional, que se han convertido en letra muerta, pero que ahí están escritos y claramente dicen: 1. Vigilar el cumplimiento de la Constitución, las leyes, las decisiones judiciales y los actos administrativos. 2. Proteger los derechos humanos y asegurar su efectividad, con el auxilio del Defensor del Pueblo. 3. Defender los intereses de la sociedad.

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