miércoles, 8 de enero de 2020

Miscelánea 08/01/2020



Por James Cifuentes M.

Me despierta el rugir de los motores de un avión, anunciándome que son las 5:20 a.m, que hay buen clima y el vuelo Pereira - Panamá - Miami ha salido puntual del aeropuerto Matecaña; en 10 minutos más Marco Fidel, mi vecino, cruzará raudo por el frente de mi casa rumbo al trabajo, recordándome que es un nuevo día hábil, que arranca una semana corta, luego del puente de Reyes Magos, recordándome que ya estamos instalados en 2020, que las fiestas ya pasaron, que el tiempo sigue su carrera imparable y que hay que volver a producir; que nos veremos otra vez cara a cara con la rutina, ese monstruo que empezará a tragarse el año bisiesto que apenas nace y que morirá en otros 358 amaneceres, llevándose otro pedazo de nuestra vida, de una existencia cada vez más vertiginosa, más surrealista, en la que los meses ya no son meses sino microsegundos, que se consumen en la vorágine de la televisión, el celular y las redes sociales.

Me niego a encender la radio, porque ya sé lo que dirán en el noticiero, seguramente hablarán de hechos nuevos que paradójicamente ya no son noticia y no nos conmueven; dirán, por ejemplo, que ha sido asesinado otro líder social; que un motociclista murió cuando intentaba adelantar un camión por la derecha; que capturaron a un funcionario público por corrupto; que una mujer fue brutalmente golpeada por su marido, que abusaron de un niño; que el dólar subió, que el petróleo bajó, que el euro se mantiene, que se está disparando el desempleo, que se reactivará el paro y que llegarán más venezolanos; que James Rodríguez se recuperó, pero no es titular en el Real Madrid y que, aunque Dios no lo quiera, el medio oriente volverá a estallar en guerra, esta vez por el arrebato de Donald Trump que se quiere reelegir.

Aún sin salir de la resaca de diciembre y sin tapar los rotos que dejó la generosidad del espíritu navideño, hoy hacemos cuentas de servilleta con el aumento del salario y nos alistamos para comprar cuadernos y útiles escolares; luego, inesperadamente, nos toparemos en la calle a una señora con la cruz tiznada en la frente quien nos ubicará en el inicio de la cuaresma y nos dirá que la Semana Santa es inminente, que habrá tiempo para rezar y volver a descansar; superada esa pasión, vendrán otras menos amables como el pago del predial, el rodamiento del carro, el impuesto de renta y las demás cargas que nos imponen  los deberes ciudadanos.

En un abrir y cerrar de ojos volverá a ser octubre, y estaremos diciendo, otra vez, ¡esto se acabó!

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