miércoles, 19 de junio de 2024

Miscelánea - La salud en el país del nunca acabar

 


Por James Cifuentes Maldonado

 

En Colombia el escenario noticioso es un permanente deja vu y entiende uno porque la gente se cansa y pierde el interés por informarse. En el plano nacional no pasamos del tire y afloje entre el gobierno Petro y la oposición empeñada en hacerle la vida a cuadritos, bloqueando todas las reformas entre ellas la más problemática, la reforma a la salud que mantiene la polarización entre derecha e izquierda; unos defendiendo el modelo actual de las EPS y los que se empeñan en centralizar los servicios de salud en los entes territoriales, en un esquema zonificado para garantizar la cobertura universal.

Podría uno decir que ambos extremos tienen la razón, los primeros, porque los empresarios privados pueden tener un mejor criterio para administrar los recursos, lo que pasa es que ellos no lo hacen gratis, deben tener utilidades y eso le fastidia a los progresistas, y por  otro lado los que propenden por un modelo comunitario o de médico familiar a cargo de los municipios, en el que se elimina la intermediación y, en teoría, rinde más la plática, pero con una predecible ineficiencia, porque lo que es de todos es de nadie, refiriéndonos a la pésima fama que tienen los entes públicos como administradores. 

Deberíamos encontrar entonces un punto intermedio, porque el sistema de las EPS ya lleva en práctica más de 30 años, ha evolucionado y ya sabemos qué modelos son dañinos, como el de SaludCoop y los que deben mejorarse y mantenerse como el de SURA. De otra parte, es innegable que existen territorios del país con menos oportunidades, donde la salud es un calvario, porque los usuarios tienen que desplazarse a centros urbanos de mayor tamaño, siendo claro que el Estado tiene que llegar igual donde haya mil pacientes o donde haya uno.

No vivimos en Suiza, pero tampoco somos Haití; es necesario dejar la pugnacidad que pretende destruir al oponente, desviándonos del objetivo principal que debería ser mejorar lo que ya tenemos y no enfrascarnos en el bloqueo, posponiendo la decisión para volver a barajar y repartir en las próximas elecciones. Entiende uno porque Petro se impacienta y hace insinuaciones de reforma constituyente que luego recoge con la misma rapidez con la que lanza mensajes confusos que ponen a botar corriente a la oposición y a los medios. No tenemos un país político a la altura de las circunstancias democráticas, sino que seguimos en la idea de que cada corriente ideológica aplique su modelo a sangre y fuego; a nadie le sirven las propuestas que no sean las suyas.

A propósito de los vientos de ultraderecha que soplan en Europa, algunos creemos que el atraso de los países subdesarrollados frente a los del "primer mundo" puede estar entre unos 20 o 40 años, quizás 50, si nos comparamos con los países nórdicos; lo triste es que en regiones como Suramérica, es posible que nos demoremos todo ese tiempo para llegar al nivel de conciencia que los europeos tienen sobre los males presentes de su sociedad, los riesgos del nacionalismo y la ultraderecha y el desvanecimiento de los principios democráticos. El futuro es azaroso en esa combinación de retroceso de la política como ciencia, atrapada en la espiral vertiginosa de las nuevas formas en que la gente se comunica, se informa y toma decisiones, al vaivén de las pasiones.

Miscelánea - Armar el Equipo, El primer gran reto de una administración

 


Por James Cifuentes Maldonado

 

El primer semestre de cada administración es un tiempo que la opinión pública y los distintos estamentos se toman a modo de espera, para que el nuevo gobernante consolide su equipo (lo cual no es fácil), para que complete las herramientas de gestión, dentro de ellas la más importante, el Plan de Desarrollo, y, en general se acomode dentro de las realidades heredadas y las iniciativas (promesas) que apalancaron su campaña.

Tenemos la tendencia simplista a pensar que el equipo de un alcalde son los jefes de cada despacho y los de los organismos del sector central, error; en ese componente, que tiene la inercia y la vida propia que le dan los acuerdos políticos que posibilitan ganar las elecciones, filtrar y depurar los que son y los que no son se torna lento y bien difícil en la medida en que se va adelgazando la cadena y los puestos a repartir son, en apariencia menos relevantes, porque, siendo muy importantes los alfiles para la gestión, sobre todo en el componente estratégico,  la realidad es que los que hacen, los que construyen y llevan a buen destino una administración son los del nivel raso, los operativos, entiéndase los funcionarios de planta, los trabajadores oficiales y, el más sensible de todos, los contratistas; porque, han de saber los lectores que gran parte de la misionalidad en las diferentes secretarías, diría yo en un 70%, es soportada y ejecutada por contratistas, con todo lo bueno y lo malo que ello implica.  El hecho es que, con cada inicio de gobierno, toda esta gente constituye una gran Torre de Babel, por las diferencias y la multiplicidad de intereses que se combinan y hacen bien difícil poner a remar a todos para el mismo lado.

Luego de conformado el Equipo, en el cual no hay cama para tanta gente y obviamente son muchos los descabezados, se viene la producción, el gobierno de verdad, que no se agota con los videos y los anuncios, sino que se adelanta a través de los planes, programas y proyectos consignados en el Plan de Desarrollo y que se llevan a cabo mediante el indicador más duro de todos, el de LA EJECUCIÓN, que se ve de una forma cuando se está afuera del gobierno y que se ve de otra muy distinta cuando el administrador es uno.  Para ejemplo un solo botón, el gobierno de la Colombia Humana, al que tanto le ha costado formular proyectos y ejecutar obras.

En la transición de un nuevo gobierno también juega el tema de la imagen, que suele estar bien arriba en los primeros meses y luego va cayendo, cuando la sensación va pasando y vamos aterrizando en el hecho de que las dificultades, las problemáticas y los retos prácticamente son los mismos que en los gobiernos anteriores, al igual que los recursos, por regla general esquivos y escasos.

En el caso del alcalde de Pereira, lo que se percibe es que el optimismo se mantiene, que sigue teniendo el favor y la esperanza de la gente, que ha venido entendiendo que el estilo disruptivo de Mauricio Salazar, de involucrarse conversando con los habitantes de calle, haciendo parte de los operativos de seguridad ciudadana o de las intervenciones de la Secretaría de Salud en los establecimientos de comercio, no son flor de un día y por el contrario reflejan el talante y el sello propio con el que podremos seguir contando.

miércoles, 5 de junio de 2024

Miscelánea - Cuelga tu


Por James Cifuentes Maldonado

 

La tecnología revolucionó el uso del teléfono, pasando de la modalidad fija a la móvil hace unos 30 años, con una mayor disponibilidad de los usuarios y la inmediatez de la comunicación.

Lo normal antes, si a uno lo llamaban al celular, salvo que se tratara de avanzadas horas de la noche o de la mañana, era que uno contestara, porque conversar en tiempo real o sostener un diálogo de viva voz era lo más eficiente, en tanto los mensajes cortos de texto no eran una buena opción;  luego apareció el pin de BlackBerry y posteriormente el WhatsApp, que permitieron comunicaciones de texto simultáneas, en las cuales luego se pudieron compartir archivos con contenidos audiovisuales; una maravilla para comunicarnos, para entretenernos y, lo que creo más importante, la utilidad y el impacto que ello significó en términos de productividad en el ámbito laboral,  con la segunda gran revolución luego de la movilidad, la interacción a través de los grupos; hoy por hoy un usuario promedio puede pertenecer a unos 10 o 20 grupos de WhatsApp entre familiares, de amigos y de trabajo. 

A donde quiero llegar con esta disertación no es al hecho de lo mucho que ahora se puede hacer con el teléfono móvil y con las aplicaciones sino a lo mucho que dejamos de hacer, ya que irónicamente, pudiendo dialogar más ya no lo hacemos tanto. Según el diccionario dialogar significa comunicarse con palabras, hablar, conversar, platicar, charlar, departir, parlamentar; pero resulta que ahora la gente no habla, no conversa, no dialoga, con el placer y la claridad que ello conlleva; no, ahora la gente, cuando no se envía mensajes de texto, se envía audios.

Hacer llamadas de audio por la red de telefonía y aún por las aplicaciones como WhatsApp, que dicen son más seguras, son prácticas en vía de extinción; en su lugar, quizás por la aparente comodidad de que la comunicación no tiene que ser continua, ya que entre audio y audio pueden pasar minutos, horas y hasta semanas, la gente se comunica a través de grabaciones de voz. Aparentemente esa forma de comunicarse, muy utilizada por los jóvenes, es funcional y es inofensiva, sin embargo llamo la atención sobre los riesgos.

Intercambiar audios de manera indiscriminada y descontrolada, sin considerar la posibilidad del mal uso que nuestros interlocutores hagan de esos audios, es peligroso, máxime cuando las grabaciones pueden darse en estados de animosidad, de alteración y se dicen cosas altisonantes, agresivas, indiscretas o incluso ofensivas o hirientes no solo para los destinatarios directos del audio sino para terceras personas que en principio no hacen parte de la “conversación” a los que luego les pueden compartir esos audios, incluso editados.  En muchos casos hay un exceso de confianza y una gran imprudencia al sostener comunicaciones a través de audios. 

En materia de comunicaciones los códigos sociales han cambiado, cada vez llamamos menos por teléfono, porque eso se ha vuelto exótico, muy raro y hasta mal visto; ya no es normal o natural simplemente marcar el número para hablar, para dialogar de manera expedita, porque corremos el gran riesgo de molestar y ser inoportunos, por esa razón ha hecho carrera que si uno quiere hablar con alguien debe primero ponerle un mensaje consultándole si se puede. 

A esto hemos llegado. En un futuro ya no habrá más “cuelga tu … no, cuelga tu”.